José Caballero Bonald, Pepe para los amigos y los fieles lectores, no tiene armado todavía el discurso cervantino que ofrecerá el 23 de abril, cuando el Rey --¿o será el Príncipe, como ocurrió el año pasado, cuando ni Juan Carlos ni el premiado, el poeta chileno Nicanor Parra, acudieron a la ceremonia?-- le entregue el máximo galardón de la literatura en lengua castellana. No tiene armado el discurso, pero sí pensado. Y eso que el desobediente Caballero Bonald no se derrite de la emoción al pensar en la pomposa ceremonia, que se celebrará en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).

"Alquilar un chaqué por obligación y subirte ahí y escuchar al Rey hablar de tu obra... En fin, lo llevo con resignación cristiana", comentó con ironía el poeta (Jerez de la Frontera, 1926), que desde hace ya unos años esperaba la llamada del Ministerio de Cultura para comunicarle la concesión del galardón, dotado con 125.000 euros, inyección económica "nada desdeñable que ayuda a sobrevivir", como comentó en noviembre el autor cuando recibió a un grupo de periodistas en su modesto piso abarrotado de libros y barcos (es un apasionado de la náutica).

De lo que seguro sí hablará Caballero Bonald en su discurso el 23 de abril es de la amarga situación económica, política y social en la que se encuentra España. "Teniendo en cuenta el eco mediático que tiene el discurso la ceremonia reúne a lo más granado del mundo cultural no puedo renunciar a mencionar la necesaria regeneración moral que necesita este país".

El autor de Somos el tiempo que nos queda (2007) también hablará, como no podía ser de otra manera, de Cervantes, uno de los grandes desobedientes de las letras. "La gran literatura --repite convencido-- está hecha por los grandes desobedientes, que son los que no se someten a la norma de los grandes creadores ni al rigor ni a la tradición. Por el contrario, la obediencia solo conduce a la imitación". Pero su reflexión en el acto de entrega del premio Cervantes incluirá la faceta menos explorada del autor de El Quijote , la de poeta.

Al Cervantes poeta está dedicado, precisamente, el primer capítulo del libro que Caballero Bonald acaba de publicar: Oficio de lector (Seix Barral). "Cuando me preguntan quién es hoy un Quijote no sé qué responder. Solo se me ocurren lugares comunes. Más que quijotes lo que veo hoy en día son fantasmas, que son muy diferentes", explica.

No es que el jerezano haya dado marcha atrás a su idea de no volver a escribir, algo que anunció el pasado mes de enero tras presentar Entreguerras , un único poema de casi 3.000 versículos sin rima del que está especialmente orgulloso por ser "desbordante pero no barroco". A partir de su publicación anunció: "Tengo desgana. Me cuesta esfuerzo pensar en una obra a largo plazo. Se me acabó el tiempo".

El contenido

Lejos de ser un nuevo libro en el estricto sentido de la palabra, Oficio de lector es una recopilación de textos ya escritos donde el premio Cervantes disecciona la literatura de admirados autores, como Cervantes, Quevedo, Jorque Guillén, Vicente Aleixandre, Ignacio Aldecoa, José Angel Valente y Mario Vargas Llosa, entre otros.

"No incurro en el intrusismo profesional. No ejerzo de crítico. Oficio de lector , más bien, son glosas y comentarios sobre lecturas que he realizado", destaca el poeta, que ha decidido no incluir a ningún autor más allá de la generación del 50, la suya, en la que se colocó por derecho propio junto a Carlos Barral y Gil de Biedma. "Hay poetas y novelistas jóvenes que me interesan mucho, pero no quería sobrepasar esa frontera cronológica", concluye.