Poeta y no poetisa, una palabra cursi y en desuso con la que la argentina Ana Becciú no se siente identificada en absoluto. Ella es una de las 34 autoras cuya obra se recoge en Casa de luciérnagas, Antología de poetas latinoamericanas de hoy , con la que el sello Bruguera inicia una colección de poesía. "Ni Alejandra Pizarnik, ni Olga Orozco, dos grandes voces de la literatura argentina de mi juventud, dudaron un momento en ser denominadas poetas, así en pie de igualdad con los hombres", dice Becciú.

Pero la voluntad del libro, antologado por el también poeta, ecuatoriano, Mario Campaña, no es recoger el trabajo de las poetas ya consagradas sino revelar las voces en activo. "El peso de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral o Juana de Ibarbourou es muy grande, pero queríamos dar a conocer a las desconocidas", dice la editora Ana María Moix. En efecto, de la treintena de nombres, repartidos en 11 países distintos, solo la uruguaya afincada en Barcelona Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) es un nombre popular al que habría que añadir a la cubana Wendy Guerra (La Habana, 1970).

Según Campaña, existe un común denominador de todas las autoras: "Las poetas latinoamericanas no han roto sus vínculos con el mundo, no han caído en la tentación del nihilismo". Y esa característica se repite, pese al particular estilo de cada una de las poetas, ya sea el underground (la peruana Carmen Ollé), la antipoesía (la ecuatoriana Sonia Manzano) o el misticismo (la guatemalteca Isabel de los Angeles Ruano). A esta última, todo un personaje, está dedicada la antología. Ruano fue una joven promesa que despertó el interés de León Felipe, quien llegó a prologarle su primer libro cuando era solo una niña. Años más tarde cayó en la depresión y en la locura y en la actualidad, convertida en una sin techo, deambula por las calles de Ciudad de Guatemala vendiendo poemas y perfumes.