El último adiós a José Saramago, el Nobel que agitó las conciencias, el alma literaria de la izquierda y el defensor incansable de la palabra comprometida, congregó ayer a miles de seguidores, amigos e intelectuales, además de familiares y miembros del Gobierno portugués y de otros países que recibieron sus restos con honores militares en el aeropuerto de Lisboa. Le dieron un tratamiento propio de un hombre de Estado: su féretro fue llevado en hombros por soldados desde el avión de las Fuerzas Armadas que le transportó desde Lanzarote hasta el vehículo fúnebre que lo trasladó al ayuntamiento lisboeta.

La capilla ardiente se instaló en la sala Noble del consistorio, que estará abierta al público hasta las once de la mañana de hoy, hora en la que está prevista una ceremonia civil a la que asistirán la vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, y el primer ministro luso, José Sócrates.

CLAVELES ROJOS Numerosos ciudadanos hicieron cola ayer frente al edificio municipal para despedir al escritor. En la fachada del ayuntamiento colgaban dos fotografías en blanco y negro del autor de Ensayo sobre la ceguera con esta escueta frase: "Gracias, Saramago". Y muchos de los que quisieron rendirle un último homenaje acudieron luciendo claveles rojos en la solapa, símbolo de la revolución de abril de 1974. Entre las coronas recibidas se podían ver las dos enviadas por Raúl y Fidel Castro.

El féretro cubierto con la bandera portuguesa llegó a las tres y media del mediodía en medio de aplausos y vítores. Desde Lanzarote, donde decidió afincarse en 1993 y falleció el pasado viernes a los 87 años, sus restos viajaron acompañados por la ministra lusa de Cultura, Gabriela Canavilhas; la viuda del escritor, la periodista granadina Pilar del Río; la hija del matrimonio anterior del Nobel, Violante Saramago, y otros familiares y amigos muy cercanos.

El cortejo fúnebre pasó lentamente ante la sede de la Fundación José Saramago de Lisboa, en su camino al ayuntamiento, donde allí le esperaban el alcalde de la capital, Antonio Costa, y numerosas personalidades y autoridades gubernamentales, a las que se sumó la ministra española de Cultura, Angeles González-Sinde. Instituciones de todos los ámbitos de la vida pública portuguesa manifestaron su tristeza por la muerte del incansable escritor. La relación de Saramago con Portugal es una historia de amor y de odio que hoy quedará definitivamente cerrada. La culpa fue de su Evangelio según Jesucristo . La mala acogida del libro le llevó dejar atrás su país.

Apenas 24 horas después de su muerte, el diario vaticano L´Osservatore Romano le tachó en un artículo de "populista extremista" de ideología antirreligiosa y anclado en el marxismo. Palabras que él, seguramente, interpretaría como un halago.