Se había anunciado como «el último Da Vinci», la única obra del maestro renacentista que quedaba en manos de coleccionistas privados; un cuadro que la agencia encargada de publicitar la venta describió como «el santo grial de nuestro negocio» y que se expuso ante 27.000 personas en cuatro capitales de tres continentes antes de salir a subasta. La expectación ha dado sus frutos. Y de qué manera. El Salvator Mundi del artista toscano se vendió ayer en Nueva York por 450,3 millones de dólares (400 millones más la comisión) o, lo que es lo mismo, unos 382 millones, todo un récord en el mundo del arte. La cifra supera ampliamente no solo los 179 millones de dólares que se pagaron por Las mujeres de Argel (Versión O) de Pablo Picasso y los 170 millones del Desnudo acostado de Amedeo Modigliani (cifras más alta registradas hasta ayer en una subasta de arte), sino también los 303 millones de dólares (casi 257 millones de euros) que un financiero norteamericano pagó en privado por Interchange de Willem de Kooning.

La subasta, celebrada en la sede de Christie’s comenzó con pujas ascendentes de 10 millones hasta que se llegó a los 225 millones, momento en que la horquilla pasó a ser de cinco millones y más tarde de dos. El baile de números astronómicos se prolongó durante 19 minutos, con breves pausas para dar tiempo a alguno de los postores. «Es un momento histórico, esperemos», dijo el subastador. El nombre del comprador no se ha hecho público, pero sí se sabe que al menos cuatro postores pujaron, y solo uno de ellos estaba presente en la sala. Los expertos atribuyen el precio al menguante mercado de pintura clásica.