Tras más de 50 años de carrera, Woody Allen ha pasado por uno de sus momentos profesionales más duros. Amazon Studios metió en un cajón durante dos años la comedia romántica (y nostálgica) Día de lluvia en Nueva York y rescindió el contrato que tenía con el cineasta por cuatro trabajos más. La mecha que encendió la polémica fueron las acusaciones que su hija, Dylan Farrow, volvió a remover sobre él tras desatarse el movimiento MeToo, algo que generó una espiral de rechazo por parte de un star system de Hollywood que hasta el momento suplicaba por formar parte de sus repartos. El cineasta recuperó los derechos de la película para su exhibición y nos recibió una mañana lluviosa de agosto en San Sebastián, la ciudad en la que ha estado rodando su siguiente proyecto.

-En Día de lluvia en Nueva York regresa a su ciudad tan querida y la ve a través de los ojos de una serie de jóvenes nostálgicos de los viejos tiempos.

-Es que me encanta rodar allí, estoy en casa. Lo que no quiere decir que no esté disfrutando de San Sebastián, que es una ciudad increíble. Pero echo de menos mi ducha.

-Es una película impregnada de romanticismo. ¿Cree que en un mundo lleno de cinismo hay lugar todavía para ese concepto?

-Claro que sí, sin ningún tipo de duda. Da igual en qué país te encuentres, que seas hombre o mujer. Todo el mundo busca el romance, nos encanta ver películas de amor, hablar de amor y enamorarnos. Sin el romanticismo tendríamos una existencia muy triste.

-España es el segundo país que va a estrenar su película mientras que en EEUU todavía no tiene fecha. ¿Europa podría convertirse en su refugio?

-No sé muy bien la razón, pero he sido muy popular en Europa, desde mi primera película, Coge el dinero y corre (1968). Me siento muy afortunado porque durante toda mi vida he tenido un seguimiento muy leal en Europa, Latinoamérica y Oriente Próximo. Supongo que mis películas deben ganar con la traducción.

-En cada una de sus obras siempre buscamos referencias a usted mismo a través de los personajes masculinos. ¿Qué tiene en esta ocasión Gatsby Welles (Timothée Chalamet) de usted?

-La única similitud es que a los dos nos encanta el Nueva York románticoolfashion, las canciones antiguas, los nights clubs, las cafeterías donde la gente solía tocar el piano hasta la madrugada… todo ese sentimiento nostálgico de un pasado que ni siquiera llegué a conocer en su esplendor. A veces me hubiera gustado nacer 30 años antes, pero después me pongo a pensar y en esa época no había antibióticos, por lo que no hubiera vivido mucho.

-En la película aparece una joven (interpretada por Elle Fanning) a la que intentan seducir varios hombres adultos.

-Me hacen gracia ese tipo de personajes inocentes y dulces que se ven atrapados en un mundo oscuro, en este caso el cine, y que solo intentan hacer las cosas bien.

-¿Qué le ha aportado la ficción a su vida?

-En el arte se puede controlar todo al cien por cien. Y puedo hacer que todo suceda como a mí me gusta. He pasado toda mi vida haciendo las películas que quería, con los personajes que actuaban del modo que yo quería. Eso es perfecto. En la vida real eres víctima total de la suerte, de las enfermedades, de que tengas un accidente de coche o que te rechace la gente, que te traicionen o decepcionen. Preferiría existir en la ficción, pero lamentablemente existo en la vida real.

-¿Le queda algo por hacer?

Ser un gran pianista de jazz (ríe). Pero no tengo el suficiente talento.

-¿Cómo valora la ola de puritanismo y el auge de la extrema derecha a nivel mundial?

-La extrema derecha es un fenómeno lamentable que tiene una oleada en este momento, está de moda y espero que dure muy poco. En cuanto al puritanismo, es algo que explota la derecha para su beneficio. Creo que ahora vamos hacia una era en la que va a imperar lo políticamente correcto. No me parece mal, pero si se lleva al extremo, puede convertirse en algo muy peligroso.

-Y eso es algo que afecta al cine.

Sí. Cualquier arte y la cultura a través de la historia siempre se verán afectados negativamente por la extrema derecha y por un control estricto del arte. El arte tiene que ser algo totalmente libre, si no, estamos en serios problemas.