Año tras año, los premios Grammy se presentan menos como reflejo de la música de su tiempo que de las preferencias de una mayoría votante cuyos años de lozanía ya pasaron. Este año, en particular, ha sido uno de genuflexión ante géneros cercanos a las raíces y casi rechazo a cualquier innovación. Era la idea más extendida ayer entre la prensa: en los Grammy reina en cierto modo el anacronismo. Los votantes "se están volviendo anticuarios", escribía Ben Ratliff en The New York Times .

El folk y el rock se impusieron a la música de baile y el hip-hop, ambos géneros más populares y fértiles, en unos premios grises. Muy repartidos: todos los artistas más nominados acabaron con gramófonos dorados en casa. Como grandes vencedores hay que señalar, por un lado, a los blues-rock The Black Keys, quienes obtuvieron tres premios: mejor interpretación rock y mejor canción rock por Lonely boy y mejor álbum rock por El camino . Pero es que, además, su líder, Dan Auerbach, se llevó el premio a productor no clásico del año, en parte por su trabajo en Locked down de Dr. John , que fue mejor disco de blues.

Sin embargo, no fueron The Black Keys quienes se llevaron el codiciado premio a disco del año, sino la banda folk británica Mumford & Sons --tras la victoria de Adele el año pasado, otro nombre británico se llevaba el galardón-- por Babel , disco de melodías a flor de piel, sonidos acústicos y pocas ansias de búsqueda. "Creíamos que no íbamos a ganar nada porque The Black Keys se lo estaban llevando todo, y merecidamente", declaró el líder, Marcus Mumford.

POP UBICUO Y R&B PERSONAL El compositor pop belgaaustraliano Gotye obtuvo otros tres premios, incluyendo grabación del año (entregado por Prince, cuya presencia obnubiló al artista) y mejor dúo pop (el ubicuo Somebody that I used to know con Kimbra). En la misma sintonía pop, Fun, obtuvo el premio a mejor nuevo artista y canción del año por We are young , un single que este año vendió seis millones de copias solo en EEUU. El líder de Fun., Nate Ruess, dijo no saber en qué pensaba cuando escribió el estribillo de Somos jóvenes : "Miren nuestras caras. No somos jóvenes. Hemos estado haciendo esto durante 12 años".

El artista soul-r&b Frank Ocean, una de las grandes revelaciones de los últimos tiempos, optaba a seis premios, pero se tuvo que conformar con dos: mejor álbum urbano contemporáneo (derrotando a Miguel y Chris Brown) y mejor colaboración rapeada/cantada por No church in the wild , grabada junto a Jay-Z y Kanye West para el disco Watch the throne de estos dos últimos. La canción Niggas in Paris , de ese mismo disco, se llevó dos merecidos premios.

Otra vencedora digna de mención: Adele, primera mujer desde Barbra Streisand que obtiene dos años seguidos el premio a mejor interpretación pop en solitario, esta vez por su versión en vivo de Set fire to the rain . Y una perdedora ad aeternum : Björk, quien lleva 13 nominaciones en su carrera y nunca se ha llevado nada. Perdió el premio a álbum alternativo a manos de Gotye.

La última ceremonia de los Grammy no pasará a la historia como un cúmulo de grandes sensaciones. De entrada, el gran Frank Ocean desafinó en su interpretación de Forrest Gump. Taylor Swift desconcertó e irritó a partes iguales con un número en aparente homenaje a Alicia en el País de las Maravillas. Tuvo que venir Justin Timberlake a animar el clima con su single Suit & tie , que interpretó acompañado de una especie de banda swing de los 40 (convenientemente, la emisión televisiva pasó al blanco y negro para el momento) y el rapero Jay-Z, que acudió a la cita para su verso como invitado. De las diversas colaboraciones intergeneracionales, solo el homenaje a Levon Helm --el cantante y batería de The Band, fallecido en abril del pasado año-- dejó una cierta huella. Los reunidos fueron Elton John, Zac Brown, gente de Mumford & Sons, Mavis Staples y Brittany Howard de Alabama Shakes.

El año pasado, la ceremonia congregó a casi 40 millones de espectadores, debido en parte al interés en saber cómo respondería la comunidad musical a la muerte de Whitney Houston.