Existe un lugar común sobre las novelas de Eduardo Mendoza según el cual unas son serias (La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los prodigios) y otras cómicas o burlescas (El laberinto de las aceitunas o La aventura del tocador de señoras). El tópico encierra un diagnóstico certero y un error por simplificación: es verdad que Mendoza utiliza dos ópticas, pero es falso que esos registros, realista y farsesco, estén nítidamente separados porque en sus novelas serias la visión costumbrista convive y se mezcla con la mirada degradante. Pío Baroja y Ramón María del Valle-Inclán se dan la mano en Mendoza, que se complace en construir mundos narrativos de inspiración histórica habitados por criaturas verosímiles con los que se cruzan figuras caricaturescas, de nombres o conductas estrafalarios, como si fueran personajes planos en un universo tridimensional.

Una de tales figuras es la que da título a s nueva novela, el rey del antiguo reino báltico de Livonia en el exilio, el príncipe Tukuulo, Bobby para los amigos, con el que entra en contacto el narrador en circunstancias vodevilescas. Ello no impide que entablen una relación intermitente basada en la confianza y en las enigmáticas peticiones del príncipe (o su esposa Queen Isabella) a Rufo Batalla, que es el nombre de un protagonista que nada tiene de plano. Rufo escribe su autobiografía desde un impreciso presente, evocando los episodios y las gentes que han marcado su vida, lo que le permite a Mendoza prestarle sus recuerdos de los años 60 y primeros 70. Exactamente hasta la Navidad de 1973, que es cuando termina este primer volumen de un proyecto mayor, una trilogía que parece aspirar a construir el dibujo de una época que coincide con la nuestra.

Contra un fondo de hechos históricos (Mayo del 68, Primavera de Praga, Watergate, asesinato de Carrero Blanco...) y cambios sociales e ideológicos (el izquierdismo revolucionario, la liberación sexual, la hispanofobia generacional...), vividos desde Barcelona y Nueva York, se recorta la peripecia de Rufo Batalla, licenciado en letras germánicas, periodista, director de la revista Gong en Barcelona, empleado en la delegación de la Cámara de Comercio de Nueva York y, básicamente, escritor potencial que anda en busca de su lugar en el mundo.

Batalla pertenece a la estirpe del Javier Miranda del Savolta, pero el nombre improbable (que puede leerse como una frase: Rufo enfrenta las sucesivas batallas que le van surgiendo) lo emplaza también en el terreno picaresco de otros héroes de Mendoza perseguidores de la riqueza o el triunfo. Después de un arranque muy efectivo, los episodios del relato se suceden sin un aparente diseño orgánico, quedando a menudo sin cierre, con el desarrollo truncado y la aventuras abierta o abortada. Este tratamiento de los hechos narrativos es deliberado y acaba transmitiendo la sensación de incertidumbre que suele acompañar los planes de futuro y hasta de presente, desviados o suspendidos por el azar. Frente al zigzagueante hilo de la vida del narrador, las apariciones del príncipe Tukuulo, espaciadas y con función estructural unificadora, definen el contraste de lo real con lo imaginario o inventado, del azar con el designio.

Siendo El rey recibe la primera entrega de un ciclo novelístico, y un primer título que acusa su carácter de fragmento de un cuerpo narrativo mayor, habrá que esperar a que se complete la trilogía para formular un juicio cabal. Por ahora, El rey recibe es una cabeza de puente de lo más prometedora que nos devuelve la excelente prosa de Mendoza, su don para la edificación del pasado histórico y nos deja con muchas ganas de conocer las nuevas batallas de este Rufo que tiene una cierta retirada al propio escritor. DOMINGO RÓDENAS DE MOYA