Libros sobre el Tíbet hay muchos o muy pocos. Según cómo se mire. En los anaqueles de historia y política de las librerías el vacío es casi total. En cambio, en la sección de religión abruma la abundancia de títulos. Estos resultados son ya un buen reflejo de lo que es el Tíbet: una entidad política aplastada y absorbida por un gran Estado como es China y una cultura en la que la religión --el budismo tibetano-- impregna todos los aspectos de su vida y de su historia.

Afortunadamente, un científico catalán ha llenado el vacío. Josep Lluís Alay, que además de físico por las universidades de Barcelona y la Católica de Lovaina, estudió tibetología en Hiroshima y ha vivido largas temporadas en la capital del Tíbet, es el autor de Historia de los tibetanos. De los orígenes históricos al conflicto político actual . De entrada, Alay desmiente el tópico de que el Tíbet haya permanecido aislado del mundo. "Ha habido épocas de enfrentamientos y de alianzas con chinos, mongoles, árabes, manchús, uigures. Ha habido un profundo intercambio cultural y espiritual con el subcontinente indio o una fusión cultural y religiosa con los mongoles de las estepas", escribe el autor, e incluso añade que en el siglo XVII ya hubo contactos relevantes entre europeos y tibetanos.

El tibetólogo también establece los trazos fundamentales que definen una identidad cultural común. El primero es el medio geográfico, su altitud de entre 3.000 y 5.000 metros, en medio de las cumbres más altas del planeta. Es un medio hostil con un clima riguroso que condiciona la fertilidad de gran parte del territorio y que refleja la fotógrafa Tiziana Baldizzoni en Tíbet: entre el olvido y la memoria (Blume). El segundo trazo de identidad es una lengua escrita común a todos los dialectos. Y un tercer elemento es, naturalmente, la religión. El budismo en su vertiente tántrica es practicado por casi todos sus habitantes, de forma tan profunda, íntima e inamovible "que 40 años de ateísmo oficial no han logrado debilitar".

En su libro, publicado en el 2000, el autor añade una nueva seña de identidad aparecida en las cuatro últimas décadas: "El deseo colectivo de alcanzar un futuro que garantice la pervivencia del pueblo tibetano en todas sus vertientes --culturales, religiosas y sociales-- ante la precaria situación causada por la indefinición e incomprensión en las relaciones entre tibetanos y chinos".

A lo largo de la historia, el Tíbet ha tenido momentos de esplendor y potencia. Entre los siglos VII y IX, época de grandes luchas por el dominio del Asia central, mientras se introducía el budismo, hubo un primer Estado tibetano unificado. La conquista mongol acabó con él, hasta que el Tíbet recuperó la independencia, que mantuvo entre los siglos XIV y XVII y que alcanzó su mayor esplendor con el llamado Gran Quinto, el quinto dalái lama que consiguió reinar 14 años después de su muerte. La extraordinaria vida de este líder, Kunga Migyun, ha sido novelada por Patrick Weber en El palacio del Tíbet (Grijalbo)

Acabada aquella época gloriosa, el Tíbet pasaría a depender en mayor o menor medida de China y a reprimir con violencia, como en 1959 y como ahora mismo, las aspiraciones de autonomía de los tibetanos.

El actual dalái lama, exiliado en la India, es la figura fundamental en el entrelazado escenario político y religioso. El reportero Javier Moro rehace en Las montañas de Buda (Seix Barral) el recorrido del líder espiritual, así como el de otros religiosos en su escapada del Tíbet para refugiarse en la India. El dalái puede acompañar al lector en la búsqueda del conocimiento del budismo con libros como Introducción al budismo tibetano (Paidós), el El arte de la felicidad (Debolsillo) El arte de la sabiduría o Los tres aspectos esenciales del camino (Pagès).