Tardó ocho minutos en salir y tocó durante tres cuartos de hora, pero apareció en el escenario, gritó: "Bienvenidos a esta primera comunión" y la montó. Con ustedes: Kiko Veneno, con sus canas de toda la vida y su vestimenta tejana de siempre. Su guitarra española rasgó la noche, inoculó el baile de San Vito en 16.000 pies e hizo corear a 8.000 gargantas aquello de: "Si tú no te das cuenta de lo que vales...".Volando iba, volando venía y mantenía el músico Kiko Veneno su empeño irónico: "¡Qué pedazo de comunión! No sé si va a haber bocadillos para todos". Ni bocadillos ni canciones porque las colas ante las taquillas para comprar entradas eran de tal magnitud que cuando acababa el señor Veneno, cientos de espectadores accedían aún al recinto.PADRES E HIJOS El exterior del hípico parecía al anochecer la feria de mayo: estaba lleno de padres con niños. Antes de medianoche, varios jovencitos en corro, no más de 200, sentados sobre el pasto bebían y cantaban himnos edulcorados. Media hora después, el panorama variaba en la plaza Mayor y calles adyacentes.El párking de Galarza tenía atascos de Semana Santa y había una cola de 120 personas esperando para comprar munición de botellón en la puerta del bar Montánchez. Al acceder a la plaza, la desolación recibía al visitante, que se encontraba, como en los cercanos viejos tiempos, un pavimento pegajoso y maloliente lleno de botellas, cristales, bolsas, orines, vómitos, alcoholes variados y latas estrujadas.Un muchacho avispado paseaba un carrito del híper por la bandejina vendiendo litronas a miles de jóvenes felices porque el Womad les había permitido hacer tres botellones seguidos.Avanzaba la noche y en el cámping, espacio womero por antonomasia, cientos de campistas flipaban en el salón de té, bailaban descosidos en la media docena de carpas techno y retornaban a lo del té.El domingo al mediodía, el Auditorio abría sus puertas para cerrar el Womad en plan tranqui con diez bandas extremeñas, cinco DJ, Labotika y proyecciones. La imagen de los mochileros agotados, tumbados en la oscuridad sobre tiras de moqueta, dormitando mientras veían cortos cerraba un Womad tan divertido e intenso como agotador.