Quentin Tarantino estrena este viernes en España Kill Bill Vol. 2 , segunda mitad de su cuarta película. Ha llegado la hora de saber por qué para la Novia --personaje encarnado por Uma Thurman--, cumplir su objetivo es la empresa más fácil y a la vez más difícil que jamás afrontará. Ahora, Kill Bill se revela, lo crean o no, como una historia de amor grotescamente hermosa.

--¿Tiene sentido dividir Kill Bill en dos partes o es que a usted le faltó decisión en la sala de montaje?

--Es una mera cuestión de resistencia. Yo puedo tragarme los dos volúmenes de Kill Bill y quedarme tan a gusto. Pero para el espectador medio cuatro horas son demasiadas. El cine de Hollywood no se hace para los cinéfilos o los críticos, sino para que pase por taquilla cuanta más gente mejor. Debíamos asegurarnos de que Kill Bill funcionara como un entretenimiento razonablemente ligero. Así que lo mejor fue partirla.

--Sin embargo, son mitades muy distintas.

--El primer volumen bebía sobre todo del cine oriental, con algunos toques de spaghetti-western. Este segundo es puro western. Western a la manera de John Ford, de Sam Peckinpah y, sobre todo, de Sergio Leone, mi padrino espiritual.

--El humor que matiza todas sus películas parte de esa premisa, ¿no es cierto?

--Por supuesto. Me gusta hacer que la gente se ría de cosas que aparentemente no son divertidas, que se sientan culpables por ello, que luego me culpen a mí, y que finalmente asuman ser mis cómplices.

--¿Por qué esa tendencia a alterar el tiempo y el espacio narrativos?

--Porque me gusta estructurar mis películas a partir de viñetas autónomas. Es más excitante que la mera sucesión más o menos lineal de aburridas escenas que desarrollan la trama. Quiero que cada una de las secuencias de mis películas tenga su propia entidad fílmica.

--Con Kill Bill, queda claro que Uma Thurman es su musa y objeto de deseo. ¿Puede entenderse la obra como una declaración de amor?

--Sí, sólo que a mi manera absolutamente enferma (ríe). Uma y yo inventamos a la Novia y la diseñamos juntos, y luego me pasé un año y medio escribiendo para ella, con ella. Hay mucho amor mutuo en este personaje.

--Enfrente de Uma Thurman, Kill Bill sitúa a David Carradine en el papel de Bill. Antes que a él, usted ya ha rescatado a otros actores de serie B condenados al olvido. ¿Por qué?

--No escojo trabajar con David Carradine, o con Pam Grier o John Travolta para que se me valore por ello. Sé escoger. Si un actor me gusta y está vivo y dispuesto, ya me vale. Para mí, es suficiente.

--¿Es Kill Bill el compendio de las películas que ha visto en su vida?

--En buena parte. Pero creo que el modo en que yo uso todas mis fuentes hace de mi película algo diferente y original.

--Ya, pero uno de los grandes argumentos de sus detractores es que usted sólo hace películas acerca de otras películas.

--Es cierto, pero no sólo hago eso. Una opinión frecuente acerca de mí es que no hago otra cosa que devorar cine, que vivo mi vida a través de las de los personajes de las películas que veo. No es así. En el cine que hago hay elementos tan personales que casi me resulta embarazoso que las vean ciertas personas. Yo pongo el 100% de mi alma en mis filmes.