TEtn el punto en el que empieza a dirigirse directamente a nosotros en Los idus de abril la primera de la tres novelas que ha protagonizado, las señas de Flavia Albia son muy claras: hija del équite Marco Didio Falco y de la patricia Helena Justina, sobrina de dos senadores en ejercicio, viuda del exlegionario T. Léntulo. Se le ha concedido la ciudadanía romana, tiene 28 años y vive sola en el Aventino. No tiene hijos.

Alguno de estos hechos quizá sean ligeramente inusuales. Pero lo que sería perfectamente normal en la Roma del año 89 d.C. es que sea una persona llegada desde lejos; aunque es cierto que el hecho de venir de Britania sí que le daría un cierto aire exótico. Es adoptada, lo que le afecta emocionalmente pero no modifica su estatus. Lo que sí podría importar en una sociedad esnob es ese interrogante que gravita sobre sus orígenes. La encontraron abandonada, siendo aún un bebé, en medio de los humeantes rescoldos de la rebelión de Boadicea contra Nerón, así que nadie puede saber de quién era hija. Y mi intención (no importa lo que hagan otros autores en estos casos) es que siga siendo un misterio.

Para Albia, e incluso para Falco y Helena, la gran ironía es que aunque han pasado toda su vida respondiendo a preguntas para otras personas, ahora tienen que aceptar que algunos misterios no podrán tener nunca respuesta. Este es uno de ellos. En nuestro mundo actual estamos acostumbrados a que el ADN pueda decir a todo el mundo quién es exactamente, e incluso averiguar a través de la ciencia forense de dónde vinieron sus ancestros, pero no podemos olvidar que en el pasado las cosas eran muy distintas. Así que Flavia Albia es una persona que ha aprendido a aceptar lo desconocido.

Bajo la guía de la muy leída Helena, a Albia siempre la han animado a aprender. Dispone de una educación clásica, así que entiende cuáles son las aspiraciones en el mundo romano, aunque su formación ha sido también la mejor posible, en el sentido de que le han enseñado a preguntar y juzgarlo todo por sí misma. Así que cuando observa el mundo que la rodea, su punto de vista es el de un observador externo. Ella ve el mundo que yo definí, la sociedad esencialmente romana de Falco, a través de una nueva mirada.

Albia también es una mujer. Como informadora tiene una razón de ser: trabaja sobre todo para mujeres con problemas que no tienen otro recurso que ella. Aún no lo ha hecho mucho. Su primer cliente fue una mujer, aunque murió en los primeros momentos de la acción. Pero sabemos que es así como ella se maneja en una sociedad masculina. Es algo que influye en sus opiniones, sobre todo en relación a los hombres con los que se cruza.

Se ha cruzado, por supuesto, con un hombre, uno con el que parece destinada a un nuevo momento de felicidad. Albia no es una figura trágica: ya ha conocido la felicidad, aunque se truncó prematuramente. En qué se convertirá en esta nueva vida --suponiendo que esto suceda-- es parte de un asunto familiar típicamente romano. La mayor parte del imperio se basó en este tipo de colaboración, digan lo que digan los libros escritos por la élite de esos tiempos. Albia y Tiberius tendrán ese tipo de complicidad. De hecho, debido a una serie de desgraciados acontecimientos durante las primeras semanas de su matrimonio, tendrá que ser Albia quien lleve el pan a casa.

Porque, bueno, esta es otra de sus características: es trabajadora, seria y competente.