Simon Sebag Montefiore explica la extraordinaria longevidad de esta dinastía por la querencia del «ingobernable» pueblo ruso por la autocracia: «Cuando tienen un problema, siempre acaban echándose en brazos de un dictador», observa. Pero también influyó el pecado original de su fundación.

Después de que Iván el Terrible asesinara a su primogénito dejando a Rusia sin su heredero natural, el país atravesó una cruenta guerra civil que solo encontró su final cuando en 1613 fue nombrado zar Miguel I Fiodorovich, sobrino-nieto de Iván y primer miembro de la saga. «Con el recuerdo de aquellos años de revueltas en la memoria, en las décadas posteriores los rusos prefirieron tener a un Románov al frente del país antes de volver al caos», razona el investigador.

Miguel ciñó la corona con 16 años y sin mostrar muchas dotes de mando, ni ganas de tenerlas. Pero había que asegurar la estirpe, para lo cual era urgente encontrarle una esposa que diera a Rusia un heredero. Con este fin, la corte organizó un concurso de novias por todo el país, al que optaron 500 candidatas. Miguel eligió a María Khlopova, perteneciente a una familia de la nobleza rural, pero a la madre del monarca no le cayó en gracia y seis semanas después de la boda, la envenenaron. Su segunda esposa, Yevdokiya Streshniova, tuvo más suerte con su suegra y logró darle al zar diez hijos antes de morir, a los 37 años, pocos días después de fallecer su marido.