Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) regresa al cine español con Mientras dure la guerra, una película histórica que se centra en los prolegómenos de la guerra civil y que tiene a Miguel de Unamuno como gran protagonista (interpretado por Karra Elejalde) y la lucha ideológica interna que mantuvo hasta su discurso en la Universidad de Salamanca el Día de la Patria donde pronunció frente a Millán-Astray (Eduard Fernández) su famoso «Venceréis, pero no convenceréis»

-La película narra los acontecimientos que tuvieron lugar en el verano de 1936, pero el punto de vista es contemporáneo y va dirigida al público actual. ¿Quería únicamente contar lo que ocurrió o aportar algo más? Porque la película tiene una clara intención conciliadora.

-Unamuno fue ponente del Estatuto de Cataluña, votó a favor, fue padre de la República, pero terminó desencantándose de la izquierda. No había que forzar mucho para que la película tuviera una lectura contemporánea. Ya me pasó con Ágora, la sensación de que la historia se repite y yo creo que estamos asistiendo a una vuelta a extremismos, a políticas radicales, y como ciudadano me preocupa. Creo que es sano discutir, pero hay que evitar el baño de sangre. Y en este sentido, la película sí que es conciliadora. Deberíamos asumir que en una democracia lo lógico es que existan personas que votan y piensan distinto que tú. Eso me llevó a plasmar en la película la discusión entre las dos Españas, para que cada una se sintiera identificada.

-¿Pero por qué quería contentar a todos?

-Porque yo soy así, tengo ese sentido de la responsabilidad. No quiero pecar de presuntuoso, pero creo que la película apela a algo más y habla de la identidad. Te muestra la bandera, el himno, y esa especie de orfandad que sentimos en este país. Creo que los espectadores van a conectar independientemente de un signo u otro.

-¿También Vox?

-Hemos testado la película y en los extremos es donde tenemos reacciones más negativas, pero sin estar mediatizados por ninguna información externa y aislando los prejuicios, todos salían satisfechos tras haberla visto en el cine.

-¿No tiene la sensación de que la brecha entre las dos Españas sigue igual de abierta?

-Yo soy de naturaleza optimista, así que voy a intentar entender todas las posiciones. No por una actitud buenista, sino por una actitud práctica. Quiero pensar que las dos Españas pueden convivir.

-¿Cree que esa rivalidad la aprovechan los políticos para calentar los ánimos?

-Sí y lo que más me preocupa es cómo se traduce en la calle. La gente está crispada, repite las cosas que dicen los políticos o lo que reproducen medios y líderes de opinión, así que todos tenemos nuestra parte de responsabilidad. Pero a veces me da la sensación de que no es para tanto y que se están cargando las tintas.

-La película cuenta la historia de un intelectual que duda y que se permite manifestarlo públicamente. Es algo que hace poca gente en la actualidad porque se arriesga a ser lapidada públicamente. ¿Deben los personajes públicos manifestar sus dudas y sus convicciones cuando las tienen en voz alta? ¿Cuáles son las suyas?

-Lo que hace Unamuno me hace pensar: ¿yo habría tenido las narices de dar la cara como personaje público? A mí me inquieta que hayan votado a Trump en Estados Unidos. Y cómo habla de las mujeres... me pone los pelos de punta. En cuanto a España, cuando apareció la política multicolor, lo recibí como algo fresco, el que hubiera más posibilidades. Lamentablemente ves que es una vuelta a lo mismo y lo mismo me indigna que Podemos no condene la dictadura de Maduro como que Ciudadanos abra la puerta a Vox.

-Usted no tiene redes sociales.

-Lo he intentado y no me gustan nada. No lo necesito, siento que estaba perdiendo el tiempo. Prefiero expresarme a través de mis películas que como personaje público.