Cuando Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) rondaba los 20 años, soñaba con hacerle la competencia a Dashiell Hammett o Raymond Chandler, pero al único lugar que le llevó su pasión fue al quiosco, donde se vendió, bajo seudónimo, la única novela de género que consiguió publicar: Misterio de la pensión Florrie . "Nadie la compró. Era tan mala que he querido poner una cita y no he encontrado ninguna decente". Medio siglo más tarde, Pinilla se saca la espinita con Solo un muerto más (Tusquets), un nuevo ladrillo que añadir a su mundo literario circunscrito a su pueblo, Getxo, donde su legendaria testarudez y rectitud le llevaron a una vida de Robinson Crusoe libertario. La celebridad le llegó cumplidos los 80 con la trilogía Verdes valles, colinas rojas , casi 3.000 páginas escritas a mano que le valieron el Premio Nacional de la Crítica y fueron el disparadero de una carrera imparable.

Y todo eso sin moverse de Getxo, donde imitando a Faulkner, ha construido su personal y cerrado universo de ficción. "El protagonista es un escritor y librero sin imaginación que en 1945, en plena posguerra, decide investigar un crimen sucedido 10 años antes", concluye.