Resucitar una carrera destruida por la vía de la autoinmolación es una tarea complicada, y en eso está Ramoncín desde que, en el 2011, publicó Cuando el diablo canta , su primer disco con canciones originales en 13 años. No se puede decir que el viernes, en la sala barcelonesa Luz de Gas, no se tomara las cosas en serio. Banda de ocho músicos (violín, cuatro guitarristas...) y un repertorio listo para cubrir tres horas, a la springsteeniana manera. Lo que no estuvo a la altura de esas cifras fue la clientela, menos de media entrada.

Sí, es difícil levantar una trayectoria que ha debido superar tantos accidentes geográficos, si bien es innegable que Ramoncín representa un pedazo de historia del rock español: ahí tenemos a la primera, efímera, estrella punk (de la que poco, poquísimo, queda), y la estrella de los 80 a través de álbumes (Como el fuego o el doble en directo Al límite ) que, seguro, más de un lector tendrá en casa aunque ahora le cause rubor reconocerlo. Todo ello desfiló por Luz de Gas con un Ramoncín en buena forma vocal.

Interpretó 29 canciones, abriendo con el pasado remoto (Chuli ) y salpicando con material del último disco un repertorio repleto de canciones que fueron pasto de la radiofórmula rockera de una época. Abundancia de estrofas tendentes a una épica urbana sobreexcitada: "Quema la fuerza de tu piel / ojos de fuego en la oscuridad" (Estamos desesperados), "Ella espera / Un fuego quema su interior" (La chica de la puerta 16 ), "Callejones de barro / fuego en la calle" (Forjas y aceros). Sí, mucha noche, y mucho fuego, y asfalto y pasión acartonada.