Ante la noticia de que el último libro del posmoderno Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) iba a ser El hacedor (de Borges), Remake (Alfaguara), más de uno enarcó una ceja. Y es fácil imaginar a María Kodama, celosa viuda del maestro argentino, con cara de pasmo sino de mosqueo ante la propuesta.

La sorpresa de los lectores puede aumentar, si cabe, al comprobar que el título es exactamente lo que promete, una reescritura personal del carismático libro, narración a narración y poema a poema, hasta recorrerlo en su totalidad. Un tipo de incursión que en música, por supuesto, es moneda corriente y que en artes plásticas --arrumbada ya la pintura en el cuarto de los trastos-- tiene su prestigio, pero sigue siendo terreno inexplorado en narrativa.

Lo que propone el portaestandarte de la generación Nocilla, fácil es imaginarlo, no es un plagio por la cara sino una obra 100% Fernández Mallo, con las obsesiones propias del autor argentino debidamente reconvertidas. Los tigres, espejos y laberintos marca Borges, se trasmutan en clones, encrucijadas de internet o mapas de Google Earth.

"El libro puede considerarse fallido o no pero parte de una intención perfectamente seria. Lo escribí con una ingenuidad absoluta, con mucho respeto aunque también sin miedo. Como siempre he hecho todo", afirma Fernández Mallo con desarmante sinceridad y sin aparente descaro.

¿Por qué El hacedor y no otra obra? "El primer motivo es sentimental. Fue el primer libro de Borges que cayó en mis manos, cuando yo tenía apenas 20 años y ya entonces le estaba dando vueltas a ese tema que siempre me ha interesado, cómo construir una poética de la ciencia. El libro de Borges me demostró que eso era posible y me dio ánimos para seguir investigando en lo que 15 años más tarde culminaría en la pospoesía".

Para el autor, la narración no se acaba en las palabras escritas. En su anterior trabajo, el Proyecto Nocilla, ya realizó un intento transversal de incluir un cómic en la última entrega de la trilogía y de acompañar el texto con algunos vídeos realizados por él que podían verse (o no) a través de internet, con una intención más publicitaria.

Esa opción, ahora mejorada y transformada, regresa en este libro con una versión enriquecida para el formato tableta que incluye 10 vídeos rodados por el autor con la minicámara de su iPod y que no tienen la voluntad de ser una mera ilustración a la narración sino más bien completarla.

"Creo que es el primer libro español de narrativa creado específicamente para tableta", dice mientras sus dedos pasan las páginas virtuales de su flamante iPad y ponen en marcha, al final de algunos cuentos, esos vídeos caseros en los que lo ha hecho todo, incluidas la música y la locución (pausada y gallega).

En uno de esos vídeos nos enteramos de las andanzas del caníbal japonés Issei Sagawa, que ingería la carne de sus saludables víctimas como un ritual para mejorar su poco lucido aspecto físico o de aquella criatura de Borges, Pierre Menard, que volvió a escribir El Quijote letra por letra. En uno y otro caso, Mallo, evidentemente, está hablando de sí mismo.

"La reescritura es una idea profundamente borgiana. Y él lo practicó respecto de toda la literatura desde Homero. Así que, como concepto, he hecho lo mismo que él".