La uruguaya (Asteroide) de Pedro Mairal es la novela perfecta para recomendar y regalar a un amplio abanico de lectores. Como diría aquel viejo anuncio argentino -de hecho, Mairal lo es-, las indicaciones serían: para los cuarentones, para los que se aburren soberanamente en familia, para los que quieren a sus hijos pero..., para los que creen que una canita al aire va a transformar su vida, para los que se engañan a sí mismos, para los que engañan a los demás, para los que se creen más listos que nadie, para aquellos a los que les gusta el fútbol, para los que caen en la cuenta de que son unos estúpidos…

La uruguaya cuenta eso. De cómo Lucas Pereyra, un oscuro escritor porteño en plena crisis conyugal, decide pasar un día en Montevideo desde Buenos Aires para hacer un ilegal cambio de moneda que le sea más propicio en los tiempos del cepo cambiario que llevó a tantos argentinos a hacer transacciones en el paisito vecino. Pero también y, sobre todo, para pasar un día con Magalí Guerra, la uruguaya del título, su potencial amante. De las expectativas que el hombre se hace a lo que halla en la realidad va una novela que ha sido un éxito absoluto en Argentina, ha culminado cinco ediciones en España, donde se ha alzado con el Premio Tigre Juan, y de la que se prepara ya una película.

Mairal, que visitó España el pasado año, ganó a los 27 años el prestigioso Premio Clarín con Una noche con Sabrina Love. Aquella novela también fue película. Han pasado 20 años y aunque Mairal ha seguido publicando, es La uruguaya la que le vuelve a poner en órbita.

Entre aquellas dos novelas también se ganó el favor del público durante una década con una serie de artículos periodísticos en los que contaba su vida íntima. De ahí que La uruguaya haya sido recibida en Buenos Aires como una confesión encubierta. La pregunta es obvia: ¿cómo va su matrimonio? «Pues perfectamente -responde Mairal sonriendo-, muchos amigos e incluso gente de mi familia tenían sus dudas. Así que los convocamos a todos a un asado para demostrar que estábamos juntos». La novela, que juega con muchos aspectos del propio Mairal, funciona, según su opinión, como un exorcismo. «Está claro que no soy yo, pero tiene muchas cosas mías y se me ha colgado como una autobiografía», explica.

Las columnas mencionadas tienen la culpa. No solo por el material biográfico, sino también porque le han permitido un estilo muy directo y coloquial, despojado de una solemnidad más literaria. Luego está su protagonista: un tipo egoísta y mezquino pero, en fondo, alguien que se hace querer. «Creo que el mostrar sus debilidades de un modo tan patente es una forma de provocar la empatía. Lo suyo es la debilidad del deseo, de esa distancia que hay entre el deseo y la realidad que hace que la novela sea medio paródica».

¿Y cómo lleva Mairal el hecho de considerar a Lucas Pereyra un estúpido y dotarle de tantas similitudes consigo mismo? «Pues me di cuenta de que si iba con un personaje medio parecido a mí tenía que ir a fondo. Mostrar todo lo bochornoso, no me podía quedar a medio camino y convertirlo en un tipo digno. Creo que esta novela habla de cosas de las que no es de buen tono hablar, como el dinero, la infidelidad, el miedo a la paternidad. Quería que no hubiera filtros».

Película en preparación

También habría que explicar aquí lo que para un argentino supone un pequeño país como Uruguay. Aunque desde España no se hagan demasiados distingos entre unos y otros, los argentinos y los uruguayos son muy distintos. O eso es lo que aseguran ellos. «Para el imaginario porteño, ir a Montevideo supone visitar un universo alternativo, y más en el momento en que gobernaba Mujica. Allí todos deben ser buenos, se va de vacaciones y se puede bajar la guardia. Pero, esta idea choca con la realidad porque las cosas no son ni blancas ni negras».

De momento, Mairal y su buen amigo Hernán Casciari preparan el guion de la película. «Nos está dando bastante trabajo porque las acciones del protagonista son fáciles de mostrar pero su pensamiento, esa larga confesión o intento de confesión a su mujer, que es lo que le da peso al texto, es más difícil de trasladar. Sin eso, sencillamente, sería la historia de un tarado que le va a hacer el salto a su mujer». Y eso, desde luego, es lo que no es.