Cuando Miriam Gómez, la esposa, la compañera, la religión de un solo fiel de Guillermo Cabrera Infante, se enfrentó a la lectura de Cuerpos divinos (Galaxia Gutenberg), creyó desfallecer. Especialmente cuando en el libro, uno de los inéditos dejados tras su muerte por el más famoso exiliado cubano, y autobiografía poco velada en los años bisagra de la llegada de Fidel Castro al poder, tuvo que leer las páginas en las que su marido contaba cómo se conocieron.

"Las leí con miedo, porque en el libro cuenta con mucho detalle las relaciones sexuales con otras mujeres antes de conocerme a mí y era posible que nuestro encuentro tuviera el mismo tono". Como para certificar esa pasión de casi medio siglo, Miriam menciona las cartas amorosa cruzada entre ambos y cómo algunas de esas cartas son casi pornográficas. "Pero son tan hermosas que seguramente acabaré publicándolas".

La Miriam Gómez que Cabrera entrevió en 1958 en una parada de autobús de La Habana, tenía tanto estilo como para que el vestirse con unos reciclados pantalones y una camisa de hombre pareciera un prodigio de originalidad. Trabajaba separando la broza de los restos de tabaco destinado a los cigarrillos norteamericanos. Un tiempo más tarde, cuando Cabrera --casado con su primera mujer-- y Miriam se conocieron de verdad, ella estaba muy disgustada: Le propusieron ser modelo y su hermana no la dejó. Cuerpos divinos es una crónica erótica, pero también histórica y política, a la que Miriam Gómez ha añadido dos postdatas seleccionadas de un ingente número de fragmentos que seguían a las 588 páginas iniciales y ha trufado --según las indicaciones testamentarias de su marido-- con tres evocaciones de Ernest Hemingway.