Hace 50 años que Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940), posiblemente el escritor argentino más reconocido dentro y fuera de su país, lleva un diario que, con el tiempo, se ha convertido en el pozo en el que bebe toda su literatura.

Una de las piezas surgidas a partir de esa tarea diarística es Prisión perpetua , una novela breve que publicó en España Lengua de Trapo hace siete años y en Argentina originalmente en 1988. Ahora Anagrama la recupera junto al cuento Encuentro en Saint-Nazaire con la que forma un curioso díptico autobiográfico. El libro arma un juego sutil y caleidoscópico sobre el arte de la narración que el lector debe recomponer y es buen ejemplo del estilo del autor.

"Esta obra necesita un lector experto para poder descifrarla", advierte Piglia. Pero la historia de la acogida del relato parece contradecirle. A poco de aparecer en su país, un preso de la prisión de La Pampa le escribió al autor diciéndole que era la primera vez que leía una novela y que Prisión perpetua le había despertado el gusanillo de la escritura.

"Empezamos una correspondencia que no era muy distinta a la que he podido llevar con algún autor joven que se ha dirigido a mí. Yo le recomendaba lecturas y que se olvidara del estilo a la hora de contar su experiencia carcelaria", recuerda.

Un día el preso cumplió, por fin, su condena y decidió conocer a su escritor favorito.

"Me dijo que venía a verme y yo empecé a obsesionarme con la idea de que era un asesino de escritores que utilizaba esta táctica para acabar con sus víctimas", dice divertido. "Pero, finalmente, nos encontramos, hablamos de literatura y nunca le pregunté qué es lo que le había llevado a la cárcel".

NARRARNOS ¿De qué va Prisión perpetua ? Las sesgadas y cambiantes tramas de Piglia siempre son difíciles de explicar.

"No podemos conocernos pero sí narrarnos. Esta obra intenta recorrer mi vida desde la infancia hasta el momento actual", afirma como declaración de intenciones.