"Winston Churchill fue, ciertamente, un gran líder de guerra para Gran Bretaña, pero no fue amigo de España". Así resume Richard Wigg el papel que el primer ministro británico jugó durante la segunda guerra mundial en Churchill y Franco y lo hace en el libro La política británica de apaciguamiento y la supervivencia del régimen, 1940-1945 (Debate). El historiador concluye que, en su afán de buscar el máximo beneficio para el Reino Unido, el estadista dio oxígeno a la dictadura franquista.

"Al apaciguar a Franco aceptó una tiranía que habría rechazado indignado para el pueblo británico", asevera Wigg, que considera que la política de Churchill "dejó que Franco se librara y siguiera adelante con su régimen basado en el horror, la represión y la corrupción".

Aunque el título alude a las relaciones entre los dos mandatarios, en realidad la obra se construye a partir de las discrepancias entre el primer ministro británico y su embajador en España, Samuel Hoare. "Escribir este libro me ha servido para descubrir la sensibilidad e inteligencia de Hoare", afirma el excorresponsal de The Times que, en 1990, puso punto final a tres décadas dedicadas al periodismo para ponerse a escribir esta obra. Churchill se enfrentó a Hoare; al ministro de Asuntos Exteriores, Anthony Eden, y al presidente Franklin D. Roosvelt, dejando de lado lo moralmente correcto para hacer lo que, a su entender, era lo mejor para su patria. "Hubiera sido posible conjugar el interés del país y los valores morales", critica el autor.

A través de una ingente trabajo de documentación, Wigg logra construir la imagen de un Churchill que, en el transcurso de la guerra civil, cambió hasta cuatro ocasiones de postura; sobornó, con la ayuda de Juan March, a generales que se oponían a la entrada de España en el Eje, y alimentó los sueños de don Juan de una pronta restauración monárquica hasta que se cansó "de jugar con él".