--Aterriza usted en España tras triunfar en EEUU y América Latina, donde la prensa ha dedicado maravillosos piropos a su gira.

--Sí, ha sido uno de los momentos importantes de mi vida. Yo no sé qué trae esta gira. Supongo que se trata de algo especial y lo digo por la reacción no solo del público sino de los críticos que han hablado de ella. Han sido conciertos en los que no tenía que probar nada a nadie. Todo era naturalidad y jovialidad.

--¿Además de movimientos de caderas, qué más va a ofrecer al público que vaya a verle el 1 de julio al campo de fútbol de Almendralejo o el 3 de julio al Poble Espanyol de Barcelona, entre otros escenarios hasta completar los diez conciertos previstos?

--Libertad. Voy a retar a la gente para que se deje llevar, para que olviden todos los problemas, incluidos los del trabajo. Simplemente voy a tratar de que el público vuele lo más alto posible y no voy a parar hasta conseguirlo. Crearé un mundo perfecto donde nadie se va a sentir juzgado. Será un concierto de éxitos y estará muy bien organizado. Habrá 11 músicos, ocho bailarines y un gran escenario.

--¿Habrá músicas de otras culturas?

--Sí, claro, me encanta mezclar los diferentes géneros. Cuando me reúno con los creativos para planificar los conciertos siempre les llevo ideas que he tomado en alguno de mis viajes. Me gustan los sonidos de Oriente Próximo, de Asia y del mundo anglosajón.

--¿Con qué género se queda?

--Depende de dónde esté la luna. Sin embargo, tengo que decir que me encanta la bossa nova.

--Tiene usted la agenda apretadísima. ¿Cómo concilia su vida de cantante con la de responsable de una fundación para velar por los derechos de los niños?

--Tengo un equipo que trabaja 24 horas al día para ayudar a que nadie viole los derechos infantiles. Y, aunque no lo parezca, ahora mismo, en esta entrevista, también estoy trabajando para la fundación.

--Está usted pletórico.

--Todo lo que he deseado se me ha cumplido. Eso sí, he trabajo mucho. ¡No he parado desde los 12 años!