Desde que las noticias sobre el rodaje de la sexta entrega de Rocky empezaron a extenderse hace un año, críticos, bloggers y humoristas se han dado atracones de sarcasmo e ironía a cuenta de Sylvester Stallone. Cuando el tráiler empezó a llegar a las salas no hacía falta el sistema Dolby Surround para escuchar las carcajadas. Incluso la esposa del actor llegó a rogar llorando a Stallone que no resucitara al personaje. "No lo hagas --le dijo--. Te vas a avergonzar".

A los 60 años, Stallone sabía que corría ese riesgo. Como le ha dicho a USA Today , es de los que cree que "el día en que tienes valor para sacar tu cabeza por encima de la masa, la gente hará cola para cortártela". Obviamente, era consciente de que se enfrentaba al escarnio.

Y aun así, Stallone "sentía que tenía que hacerlo". Quería volver a dar vida al boxeador con el que sorprendió a Hollywood en 1976 y gracial al cual ganó el Oscar a la mejor película con una producción de un millón de dólares que él mismo había escrito. Quería devolver la dignidad a un personaje que en las cuatro entregas posteriores de la serie se había ido convirtiendo progresivamente en una rentabilísima parodia (pese a la decadencia artística, el público siguió apoyando las películas de Rocky y se dejó en taquilla cerca de 1.000 millones de dólares). Stallone hizo lo que quería. Y ha devuelto a la gran pantalla a Rocky Balboa. Mayor. Pero Rocky.

COMBATE DE VERDAD En esta ocasión, el boxeador ha perdido a su gran amor, Adrian, y es viudo. Vive distanciado de un hijo que se avergüenza de él. Sin dinero, rige su restaurante familiar en un barrio en decadencia de Filadelfia, reviviendo grotescamente los tiempos de vieja gloria posando ante las cámaras de clientes, que quieren tomarse fotos con los puños del mito en sus mandíbulas.

Todo es así hasta que el programa informático que usa un programa deportivo le mide con el actual campeón de los pesos pesados y le da por vencedor. Ese triunfo en el combate virtual es razón suficiente para que se organice uno de verdad en Las Vegas. Y Rocky --que milagrosamente no presenta ningún resto de la lesión cerebral que le afectaba en la última entrega-- vuelve al cuadrilátero. Tendrá que haber, por supuesto, entrenamiento. Y, por supuesto, habrá que subir las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia (un reto que hoy en día realizan miles de fans, turistas y personas corrientes, como queda de manifiesto en los títulos de crédito finales).

El miércoles, cuando la película se estrenó en más de 2.500 pantallas de Estados Unidos, en las críticas de las principales publicaciones dominaba la nostalgia, pero también una cálida acogida. The Hollywood Reporter , por ejemplo, ha definido Rocky Balboa como "una de las sorpresas más agradables de la temporada". The New York Times señala que "sorprendentemente, no es vergonzosa" y, reconociéndola como una fábula, elogia que transmita la sensación de que "si sueñas con suficiente intensidad puedes conseguir lo que quieras". Incluso Variety , que le pone más peros, asegura que "el tiempo lejos del cuadrilátero le ha hecho bien a Rocky y a la franquicia".