Guatemala es un país pequeño pero en materia literaria ha tenido de todo: escritores fundacionales y ambiciosos como Miguel Angel Asturias y, en magistral tono menor, Augusto Monterroso. El último eslabón es Rodrigo Rey Rosa (Ciudad de Guatemala, 1958) que saltó con brío al panorama anglosajón cuando su amigo y mentor Paul Bowles tradujo sus primeros cuentos al inglés. En España tardamos algo más en apreciarlo. El además fue muy apreciado por Roberto Bolaño.

En persona, el escritor es como su literatura: poco dado a los alardes y a la vez reflexivo y cargado de sorprendentes recovecos. Es autor de una decena de libros, en su mayor parte novelas de poco más de 100 páginas. "No soy muy trabajador, solo escribo cuando verdaderamente tengo necesidad de decir algo", dijo en el despacho de Carme Balcells, su agente barcelonesa, en plena promoción --deber al que se enfrenta con resignación-- de su libro Caballeriza (Seix Barral).

La novela es un falso thriller y también una bomba dirigida a la todopoderosa oligarquía guatemalteca. Toca algunos de sus temas recurrentes, la violencia casi institucional que vive su país y, como novedad: la paternidad. "Hace poco tuve una hija y ese ha sido el detonador de mis últimos trabajos", revela el autor, que ha realizado aquí un curioso ejercicio autobiográfico al aparecer con su nombre y apellidos como narrador en un entorno hípico, similar al que vivió en su infancia. "La mayoría de las veces me preguntan qué hay de biográfico en una novela con personajes que no se llaman como yo y en este caso le di la vuelta". En la obra también aparece Mario Rey Rosa, su padre y criador de caballos. "La redacción de la novela coincidió con una etapa de tensión con mi padre y sirvió de acercamiento mútuo. El fue su primer lector y aceptó el juego de realidad y ficción".