La precuela, como concepto, es un acto de egolatría: de algún modo es querer demostrar que la gente pagará por ver una historia cuyo final conoce de antemano. El de 'Rogue One' se conoce desde 1977, cuando en el epígrafe de 'La guerra de las galaxias' (así se llamará siempre, aunque Lucas se empeñara después con eso de 'Una nueva esperanza') leíamos sobre los espías rebeldes que habían conseguido apoderarse de los planos de la Estrella de la Muerte, transferidos a R2-D2 por la Princesa Leia.

Nadie había pensado demasiado en esos espías en estas últimas cuatro décadas. Nadie o casi nadie: John Knoll, jefe creativo de Lucasfilm, pensó que la historia era tan fascinante que sería ideal para poner en marcha una serie de películas que se alternarían anualmente con la nueva saga galáctica y que no se concentrarían en hacer avanzar la trama principal, sino en explorar sus notas al pie (o sus epígrafes).

En el último día de la Star Wars Celebration de Anaheim de abril del 2015, la productora Kiri Hart habló del interés de la compañía en hacer "películas que se aguantaran por sí solas, y contar nuevas historias". Películas que fueran, además, más "autorales" y "de género". Para la primera se fichó a Gareth Edwards, el director indie que se marcó un 'blockbuster' lírico con 'Godzilla' en el 2014. ¿Y el género? Según dijo Edwards en Anaheim, su película sería bélica. "Por algo esto se llama Star WARS", bromeó.

La idea es sugerente: ¿se pueden hacer películas de 'La guerra de las galaxias' de cualquier género? El recuerdo de las cascadas de Naboo en 'El ataque de los clones' invita a temer un drama romántico marca Lucasfilm. Pero, ¿y una comedia? Interesante, aunque el giro pudiera significar la vuelta de Jar Jar Binks. Sea como sea, la idea era (es) sugerente.

SON RUMORES

Después vinieron los 'madremías'. A finales de mayo, 'The New York Post' era el primero en comunicar el supuesto descontento de los productores con un primer montaje de 'Rogue One' cuyo tono no era lo bastante acorde al espíritu clásico de la saga. Edwards había cumplido con su parte del contrato: había hecho una película bélica. Se harían retoques en el guion (Tony Gilroy echó un cable, como en 'Godzilla', en ese caso sin acreditar) y habría unas semanas adicionales de rodaje para en teoría acercarla a 'El despertar de la fuerza'.

Leídas las primeras reseñas, los posibles miedos a una película sin un empuje mínimamente novedoso se han disipado un poco. En su elogiosa reseña para RogerEbert.com, el crítico Matt Zoller Seitz compara 'Rogue One' con 'El puente sobre el río Kwai' y 'Doce del patíbulo', además de subrayar que en esta historia cada baja tiene un "peso tanto físico como emocional".

De modo que, ¿cuáles han sido los cambios? Según el director, era cuestión de mejorar el material y dar fluidez al conjunto. Explica Edwards: "Lo que pasó fue que un tercio de la película tiene un estilo documental y, a raíz de ello, habíamos filmado horas y horas y días y días de material. Normalmente cuando haces una película unes A-B-C-D-E y sigues adelante. En nuestro caso, teníamos tantas variantes, tantas formas posibles de construirlo, que llevó más tiempo encontrar la versión exacta".

Para llegar a ella tuvieron que cocinar mucho más material. El número de planos con efectos pasó de 600 a casi 1700, salto conseguido en tiempo récord. "Sería fantástico [dice Edwards contestando a la rumorología] si escribieras una historia, rodaras exactamente esa historia, la montaras y fuera un 'hit'. Pero el arte -o el buen arte- no funciona así. Es un proceso, y experimentas y reaccionas y mejoras lo que hay".

La próxima 'historia de Star Wars' llegará en el 2018 y girará en torno al joven Han Solo. Dirigirán Phil Lord y Chris Miller (de la gloriosa 'La Lego película') y protagonizará Alden Ehrenreich, el emergente astro western de '¡Ave, César!'.