Los cinco Grammy Latinos que ha conquistado Rosalía con 'El mal querer' (Mejor Disco, Mejor Álbum de Pop, Mejor Canción Urbana por 'Con altura', Mejor Diseño y Mejor Ingeniería de Grabación, para el productor El Guincho) nos devuelven el reflejo de una joven artista total, que cumple los requisitos para ser la diva española más importante de la historia. Una diva caleidoscópica en todas sus dimensiones: una cantante de voz reconocible, que apuntala sus triunfos como exigen las demandas de la industria en el nuevo siglo, a golpe de 'singles' y visualizaciones en Youtube. Una artista cuyos referentes tienen una trazabilidad evidente en el flamenco, pero que ha construido una trayectoria para trascender a España, y ha optado por una carrera que -de momento- la dirige hacia la música urbana globalizada. Una cantante que, como las grandes superestrellas, ha cimentado su negocio en la creación de una marca, un estilo y un capital. Una estrella pop que ha vivido y atravesado una serie de controversias desde la exposición más absoluta sin sacrificar vida privada. En resumen, una estrella total.

MÁS ALLÁ DEL FLAMENCO

El relato de Rosalía se inicia en Sant Esteve Sesrovires, el pueblo del Baix Llobregat de poco más de 7.000 habitantes en el que la futura estrella se crió entre fábricas, camiones y palés. Ella no se ha cansado de nombrar a sus dos grandes influencias, que descubrió muy joven: Camarón y la Niña de los Peines. Como paya, catalana y sin raíces en el flamenco, a partir de la adolescencia se obsesionó por una música que tuvo que aprender fuera de casa. Fue José Miguel Vizcaya, Chiqui de la Línea, quien le enseñó todo lo que sabe de flamenco en la ESMUC. Y a partir de allí, la historia: un primer disco con Raul Refree, 'Los Angeles' (2017), que ambos definieron como ecléctico pero flamenco al fin y al cabo.

Y en el 2018, con la posibilidad más que cercana de convertirse en la gran esperanza de la fusión contemporánea, Rosalía expresa un deseo: quiere ser 'mainstream'.

Elige a El Guincho, un prodigio de la electrónica 'indie' que ya había colaborado con Bjork, para su siguiente proyecto, 'El Mal Querer'. Y llega el día legendario que suena la campana: Juanes la ve cantar, le presenta a la que será su mánager. Sony se interesa por ella: ve que, pese a que el disco terminado es teatral y a ratos oscuro, ella tiene el potencial de una estrella global. Y sobre todo, la disciplina, el ojo clínico y las ganas.

EL GOTEO COMO TRIUNFO

Rosalía ha seguido al pie de la letra los nuevos ritmos de producción musical del siglo XXI. En una década en la que la popularización de las plataformas digitales -Youtube y Spotify especialmente- ha dejado de lado la concepción tradicional del álbum, es la canción la que manda.

Rosalía ha entendido los tiempos y ha seguido el golpe maestro que inició Beyoncé con su 'Lemonade': en 'El mal querer' recupera la idea de álbum conceptual entendiéndolo como un conjunto de 'singles' con vídeos de alto impacto que le permiten controlar los 'timings'. Así, ha ido sacando canciones-'singles' que se viven como acontecimientos para el gran público en una suerte de goteo que le brinda enorme atención mediática y le permite seguir siendo relevante en una cultura tan rápida que un disco tradicional suele quedarse viejo a los dos meses.

Recientemente esta estrategia ha comenzado una nueva etapa: el álbum es prescindible, el 'single' no. Al año de la publicación de su último disco, Rosalía ha optado por el goteo de canciones y EP. 'Con altura', 'Aute couture', 'Milionària', 'Dios nos libre del dinero', 'Yo X ti, Tu X mí' y el más reciente, 'A Palé', hacen de la cantante una superestrella que transita por el reguetón y la experimentación sin tener que dar explicaciones, solo titulares.

EL ESTILO DE UNA GENERACIÓN

La construcción de una diva exige de un estilo feroz. La imagen es de tal importancia que debe abarcar cuantos más referentes posibles, y que todos conecten con su público. Rosalía entendió en el cambio de 'Los Ángeles' a 'El mal querer' que si quería convertirse en una estrella mundial, eso requería de una imagen joven, global y sofisticada, 'millennial' pero experimental.

Para el diseño visual de 'El mal querer' contó con Filip Custic, que diseñó a una diva caleidoscópica con texturas gelificantes, una Frida Kahlo ambigua y onírica, reina de un surrealismo contemporáneo y digital. Rosalía se erigió en la reina del polígono, que mezcla deportivas de plataforma con vestidos goyescos, entrecejos poblados, dientes de oro, chándal de terciopelo y volantes.

Pero Rosalía muta. Si los nombres propios para sus vestuarios eran el año pasado María Escoté, Pepa Salazar y Palomo Spain, ahora ha aprendido a mezclar sus alfombras rojas con Gucci, Versace y Balmain. Recientemente ha presentado, además, su segunda colección cápsula con el gigante Inditex, en la que inscribe "Malamente" en sus piezas deportivas, recordando a todo el mundo que los réditos de lo suyo se los lleva ella.

LA DIVA NECESITA CONTROVERSIAS

Rosalía ha tenido polémicas sonadas, especialmente desde su paso al estrellato con 'El mal querer' en el 2018. Lo primero fue la apropiación cultural: se la acusó de utilizar palabras del caló sin ser gitana, de impostar su cualidad de latina para los premios MTV y, también, de usar una imaginería castiza -toros, santos- que dan una imagen de España folclorista y poco real, a lo que ella hizo oídos sordos siempre que pudo.

Ser catalana le ha traído también algunos quebraderos de cabeza. Se le ha acusado de no posicionarse durante los últimos episodios del 'procès', de cantar en un catalán nada ortodoxo -diciendo 'cumpleanys' o 'botelles'-, en su rumba 'F*ckng Money Man'.

Pero quizás la más sonada es también la más reciente. Ante las críticas de que no se posicionaba desde su avión privado sobre lo que pasa en España, Rosalía tuiteó dos palabras que incendiaron la red: "Fuck Vox". El partido ultraderechista no casa con una artista global y joven como ella.

LA PRIVACIDAD CALCULADA

Pero de esta superestrella sabemos exclusivamente lo que ella quiere: de su familia, casi exclusivamente que viaja con ella y que se mantiene herméticamente unida en torno a la artista. Su madre, una ejecutiva de una compañía local, renunció a su empleo para convertirse en su mánager de negocios. Pilar, su hermana, que estudió Historia del Arte, ejerce de su estilista y consultora creativa. Y apenas nada más.

Conocemos únicamente una relación sentimental suya -la que tuvo con C Tangana-, y cada vez que se le pregunta por las letras de amor tóxico en 'El mal querer', la artista se cierra en banda, dando el consabido comodín del arte y la interpretación. Sí nos da alguna pista el tatuaje en forma de liguero, copia del que se hizo la artista feminista austriaca Valie Export en la década de 1970. En definitiva: quizás el escapismo y la invisibilidad a plena vista sean, de todos sus dones, los que más nos dicen de ella.