«Si Goya viviera hoy, publicaría en la prensa diaria. Fue el primer dibujante satírico español, y el mejor de todos los tiempos». Quien hace esta afirmación sabe de lo que habla. Andrés Rábago (Madrid, 1947) lleva medio siglo realizando autopsias de la actualidad en viñetas que a menudo estremecen de tan crudas y certeras, en sus inicios bajo el pseudónimo de OPS y desde hace años camuflado tras la firma de El Roto -ahora lo hace en El País tras pasar por otros diarios- De alguien que tiene ese filtro en la mirada, se entiende lo que le ha ocurrido en el Museo del Prado.

En otoño del 2017, la dirección de la pinacoteca invitó al dibujante a pasear por sus salas en busca de inspiración. Como si la ley de la gravedad ejerciera también su influjo en el campo del arte, El Roto acabó atrapado por los lienzos de Goya después de dar vueltas por el centro. No solo le atrajo la fuerza de su lenguaje pictórico, también la complicidad de quien acaba de encontrarse con un inesperado colega de profesión. «Su obra está llena de sátira social y crítica a su tiempo, y en él hay una clara intención de comunicación. Goya quería ser entendido por el gran público, por eso hizo los grabados. Sin duda, hoy sus dibujos los veríamos en los periódicos», afirma.

Durante varios meses, Rábago pasó las mañanas de los miércoles deambulando por las salas de Goya del Prado, y allí, con dedicación de amanuense, se entretuvo en tomar notas que más tarde pasó al cuarto oscuro de su imaginación, que es donde él macera todo lo que ve para alumbrar sus dibujos. «No es bueno dirigir la mente. Si lo haces, se vuelve rígida y doctrinaria. Yo trabajo así, nunca sé por dónde voy a tirar, ya me inspire en Goya o en la actualidad», explica.

PROFUNDA INDAGACIÓN / El resultado de su indagación por el universo pictórico del maestro del XIX son las 36 aguadas que componen No se puede mirar, la muestra que el dibujante tendrá expuesta al público en el Prado hasta el 16 de febrero, y que forman parte también del libro homónimo publicado para la ocasión por la editorial Reservoir Books. La exposición coincide en el tiempo con Solo la voluntad me sobra, la colección de dibujos de Goya que el museo ha reunido en una sala situada justo debajo de la de El Roto. Se diría que ambas exhibiciones dialogan a gritos por la escalera que las comunica.

Rábago tomó prestado el título de la suya de un grabado de Los Desastres que retrata la desesperación de un grupo de individuos a punto de ser ejecutados. Los dibujos de El Roto sí se pueden mirar, pero es imposible hacerlo y salir indemnes a las ásperas reflexiones que el autor filtra en ellos. En la serie puede verse a siameses acuchillándose entre sí, mujeres siendo atacadas por zarpas de bestias, cazadores disparando a libros voladores y ahorcados montando sus propios cadalsos con la soga amarrada al cuello.

«Goya fue un gran investigador de la condición humana y a menudo retrató al hombre matándose a sí mismo. Somos la única especie que se dedica a aniquilarse», analiza Rábago. Han pasado dos siglos desde que el pintor retratara su tiempo con desgarro, pero su mirada, según el viñetista, conserva intacta su vigencia, factor que le ha facilitado su trabajo de relectura. «El ser humano no ha cambiado. Ha evolucionado su dominio de la técnica, pero su alma se ha fosilizado. Ese desfase le está llevando a causar auténticas catástrofes», señala el artista.

SIN CONCESIONES / En la excursión que El Roto propone por el lado más tenebroso de Goya no hay concesiones a la autocomplacencia. El Perro semihundido del pintor se ha convertido en sus dibujos en el Goofy de Disney; la lámina titulada El paisaje muestra una montaña a punto de desplomarse sobre una casa. «Vivimos sometidos a la disneylización de la cultura, todo se banaliza y se degrada», dice Rábago a cuento del primero. El segundo le lleva a acordarse del medioambiente. «No afrontamos un problema climático, sino humano. Cambiar el carbón por otras fuentes no servirá de nada mientras siga guiándonos la codicia», avisa.