Lost in translation la convirtió en la nueva sensación de Hollywood hace una década pero, salvo honrosas excepciones, su carrera posterior puede resumirse como una serie de olvidables interpretaciones en olvidables películas como La dalia negra , Diario de una niñera o Un lugar para soñar , aderezadas con los abultados cheques que cobró por Iron Man 2 y Los vengadores . Pero este año ha vuelto, reconvertida en musa del cine indie: puso la Mostra de Venecia patas arriba con Under the skin , dando vida a una alienígena depredadora, y acaba de estrenar en España la comedia satírica Don Jon , en la que explota su condición de bomba sexual (se puede ver en los cines de Cáceres). De este filme, debut como director del también actor Joseph Gordon-Levitt, nos habló en el Festival de Toronto.

--La joven que encarna en Don Jon está obsesionada con las comedias románticas. A usted, en cambio, no parecen interesarle.

--El género me gusta, si no he interpretado más romcoms es porque es difícil encontrar guiones que no estén llenos de clichés y lugares comunes. No quiero participar en una película que no vería como espectadora.

--Su personaje en la película es lo que se conoce comúnmente como una choni. ¿Le costó meterse en su piel?

--Encontré varios puntos de contacto con ella. Por ejemplo, yo también masco mucho chicle. De hecho, estaba esperando la oportunidad de usarlo en una película, porque habitualmente tengo que sacármelo de la boca antes de cada toma. Además, mi personaje es culpable de algo que nos pasa a todos: pretendemos que nuestra pareja encaje en los modelos que hemos creado para ella, y pensamos que entonces todo será perfecto. Pero eso es imposible, en parte porque, como muestra la película, buscamos esos modelos en las películas románticas, o en porno online , y eso es peligroso.

--Hablando de los peligros de internet, usted los ha sufrido en sus carnes. ¿Considera que los contenidos de la red deberían estar más regulados?

--No, en internet no hay reglas y no creo que deba haberlas, porque entonces de repente estaríamos viviendo en China. Por mucho que me molesten algunas de las cosas que se publican en internet, la verdad es que prefiero vivir en una sociedad libre y estar expuesta al riesgo de que se me difame que en una en la que no hay libertades.

--¿Cómo logró acostumbrarse a ser objetivo de la prensa rosa?

--Uno nunca se acostumbra a eso. ¿Qué les importará mi vida a los dueños de revistas o los paparazi? A mí no me importa en absoluto la suya. Supongo que todos somos algo cotillas, pero yo no tengo la necesidad de saber con quién se acuesta la gente que veo por la tele, no sé, y me pregunto por qué a otras personas sí les pasa. En mi relación con la prensa siempre he tratado de dejar mi vida privada al margen, y tengo intención de seguir haciéndolo.

--¿Con qué frecuencia se busca en Google?

--He dejado de hacerlo, porque nada bueno puedes obtener de ello. Pueden pasar dos cosas: una, que te hagas una idea completamente idealizada de ti misma; otra, que tu amor propio acabe por los suelos. En todo caso, hace que te creas que todo el mundo está pensando a todas horas en ti, lo cual es completamente falso.

--Pero mucha gente piensa mucho en usted. Es consciente de ser un sex symbol, ¿no?

--Sí, porque las revistas me incluyen en sus absurdas listas, pero no voy por la vida sintiéndome una tía buena.

--¿Cree que serlo es un lastre para su carrera?

--No. Es cierto que a veces he sentido que se me juzgaba únicamente por mi cuerpo, pero mentiría si negara que también he usado mi imagen en mi propio beneficio. Es cierto que he intentado evitar que se me encasille como sex symbol, pero tampoco quiero convertir mi trabajo en una mera reacción contra el encasillamiento.

--¿Cómo se lleva con la cámara?

--Siempre he tenido una relación muy natural con ella, casi íntima. De hecho, cuando los rodajes empezaron a usar tecnología digital yo echaba de menos el sonido de las viejas cámaras, todavía me pasa. Me provoca un gran placer saber que mi trabajo ha sido capturado por la cámara y va a estar ahí para siempre.

--Tiene 29 años y lleva desde los 8 actuando. Son más de 21 años. ¿Cómo se siente?

--Como una anciana. Pero por otra parte disfruto más del trabajo que nunca antes. Creo que cada vez entiendo mejor en qué consiste, pero al mismo tiempo nunca he perdido el entusiasmo de los novatos. A veces me sigo paseando por los rodajes con la boca abierta y pensando: "¡Estoy haciendo una película!". Y sigo aprendiendo.

--¿Qué es lo último que ha aprendido?

--Generalmente soy una control freak y odio tener la sensación de no saber lo que va a suceder después, pero últimamente cada vez me siento más cómoda tomando riesgos. Interpretar en teatro Panorama desde el puente de Arthur Miller lo hizo en el 2010, en el Cort Theatre de Nueva York, junto a Liev Schreiber, me enseñó que no pasaba nada si cometía errores, y que podía aprender de ellos. Creo que todo actor debería tratar de explorar nuevos terrenos en cada película, porque de otro modo esta profesión no tiene sentido. No me dedico a esto por dinero, de manera que no tengo nada que perder y mucho que ganar. El beneficio que obtengo si pruebo algo y funciona es mucho más relevante que el perjuicio que sufro si no funciona.