Por los pasillos del albergue juvenil El Prado, centro de operaciones del festival rockero, la actividad no para. Un equipo de 500 personas se afana con pocas horas de sueño en el cuerpo en que el engranaje de Extremúsika funcione a la perfección. No hay momento de respiro en el backstage . Producción, técnicos, vigilantes y camareros trabajan día y noche para que todo esté a punto.

Pendiente de todo y casi afónico, el promotor Angel Romero va de un lado a otro, más tranquilo que en ediciones anteriores, aunque con el cansancio dibujado en el rostro. Aún no lo ha olvidado la imagen de Ian Anderson, líder de Jethro Tull, abandonando el escenario en el concierto estrella del pasado viernes, molesto por el sonido que le llegaba de otro escenario. Con un pie en la furgoneta, el flautista escocés se lo pensó mejor, dio media vuelta refunfuñando y terminó su actuación. A mediodía de ayer, a Romero aún le duraba la sonrisa por haberlo logrado tras la tensión del momento.

Mientras tanto, en los exteriores de backstage , los espectadores se desperezan con la música de los primeros grupos de la jornada del sábado. Mikel, Joseba, Ricardo y Toño se dan prisa por llegar al concierto de Lendakaris Muertos, una de sus bandas favoritas junto a Piperrak. Han recorrido media España para poder verlos en Mérida. Para Mikel, del País Vasco, era su segundo Extremúsika. "Me gusta más este recinto. Está mejor organizado y también hemos acampado con sitio de sobra", explica. El año que viene volverán. Para Ana, Natalia y Alba, tres jóvenes de Madrid, la experiencia también ha sido buena. "Estuve en Cáceres el año pasado y me quedo con Mérida", dice Ana, la más veterana.

En el comedor

De vuelta a la trastienda del festival, un cámara de La Sexta sigue a todas partes a Los Niños de los Ojos Rojos, banda extremeña que protagonizará uno de los programas de Vidas anónimas . Les ha grabado desde que salieron de Cáceres camino del festival y se ha subido con ellos al escenario. En el comedor del albergue, un cátering sirve para que los currantes del festival repongan fuerzas. Fuera, en la carpa para invitados y artistas, otros dan buena cuenta de la cerveza. Este año, la organización ha incorporado estrellas en el techo y sobre el color rojo de la moqueta, en contraste con el negro de los rockeros del festival. Detrás de la carpa, están situadas las habitaciones del albergue que sirven de camerinos a los artistas. Aunque no es fácil acceder, un vistazo permite ver sus paredes blancas y las literas.

Empieza a llover en la sobremesa, destino de Extremúsika en sus dos últimas ediciones, pero la música sigue sonando. El festival sigue latiendo gracias a los que trabajan por él.