Era el 19 septiembre de 1989 cuando Paloma Sánchez-Garnica visitó por primera vez el Berlín socialista. Apenas 40 días antes de la caída del muro que dividía la ciudad, se subió en un metro del sector occidental y pasó la «agobiante» zona de control para salir en lo que le pareció otro planeta, un lugar «detenido en el tiempo». Esa imagen le marcó. 30 años después, y convertida en una celebrada escritora, vuelve a la traumatizada capital en La sospecha de Sofía (Planeta). En su nueva novela parte del Madrid tardofranquista, donde una anodina familia burguesa recibe un golpe que cambiará sus vidas. Sofía es una joven brillante cuyas aspiraciones profesionales se truncaron al casarse, una decisión que la supeditó a los roles de una mujer comodiosmanda. Abogado e hijo de adeptos al régimen, Daniel recibe una carta anónima en la que se le revela que fue adoptado y que si quiere conocer la verdad sobre su origen debe viajar a París, donde aguarda su desconocido hermano.

Bajo esta intrigante premisa, La sospecha de Sofía abre la puerta a un vendaval de encuentros, revelaciones, secretos familiares y acontecimientos históricos que la autora construye una novela que bascula entre el drama intimista y un thriller que se enturbia página a página. «La historia privada de la gente, lo que no aparece en los diarios ni es fruto del estudio de historiadores, eso es mucho más brutal», confiesa. Las artes oscuras de la Stasi, el aparato de inteligencia de la Alemania socialista, son claves.