Leonard Cohen no hizo ningún mal disco, ni siquiera mediocre, y el nivel de su producción es alto en todas sus épocas, no solo en la más clásica. Seleccionamos seis obras significativas de diferentes períodos de su trayectoria.

'Songs of Leonard Cohen' (1967)

Tras publicar, con poca repercusión, dos novelas y cuatro libros de poesía, el escritor se puso a cantar sospechando que la canción era el vehículo más poderoso para la literatura en los tiempos que estaban por venir. Motivado por las adaptaciones de algunas de sus piezas en la voz de Judy Collins, dio su propia visión de 'Suzanne' dando forma a un estilo que fundía sensualidad y misticismo. Rinde su voz opaca a las hermosas melodías de piezas como 'Sisters of mercy', 'So long, Marianne' y 'Hey, that’s no way to say goodbye'.

'Songs of love and hate' (1971)

La estética musical 'coheniana', en toda su expresión de austeridad y densidad este álbum grabado en un período difícil, envuelto en depresiones. La voz monótona, de letanía, en contraste con unos ansiosos arpegios de guitarra, advierte de las visiones de desolación en la primera pieza, 'Avalanche'. Pero incluso el Cohen más severo y desesperanzado, sumido un sofocante 'via crucis' interior, se aferra a la belleza en las iluminadas 'Famous blue raincoat' y 'Joan of Arc', entre metáforas inquietantes no siempre descifrables.

'Death of a ladies’ man' (1977)

Un disco distinto de Cohen, que horrorizó a muchos fans por los frondosos arreglos y el 'muro de sonido' de la producción de Phil Spector. Con el tiempo, se ha ido erigiendo en una obra extrañamente fascinante, de una decadente y retorcida belleza. El control de Spector sobre la grabación, con maneras intimidantes, incluido un uso disuasorio del revólver, dio un brillo inédito a piezas como 'True love leaves no traces', 'Paper thin hotel' o ese 'Memories' que suena como si Cohen cantara al frente de The Ronettes.

'I’m your man' (1988)

El Cohen más pop, que recurre sorprendentemente a texturas electrónicas de aspecto frugal, casi casero, dando un contrapunto irónico a canciones con mensajes poderosos, a veces apocalípticos. En su perverso equilibrio de ligereza y gravedad entrega un material consumible en clave de 'hit' y dotado de una turbadora profundidad. Ahí están 'First we take Manhattan', 'Take this waltz' (a partir del 'Pequeño vals vienés' de Lorca), 'Everybody knows' o 'Ain’t no cure for love', seduciendo y alarmando graciosamente a cada compás.

'The future' (1992)

El sarcasmo posmoderno de 'I’m your man' es aplastado por la voz de alarma que abre el disco: "He visto el futuro, hermano, es un crimen", canta, advirtiendo del rumbo que la humanidad tomará tras la caída, aparentemente feliz, del muro de Berlín. Disco de imágenes visionarias, que expresa una angustia más global que íntima a través de un lenguaje musical un poco más clásico que en el trabajo anterior y que, a través del escepticismo y el terror, entrega piezas majestuosas como 'Waiting for the miracle', 'Anthem' y 'Closing time'.

'Ten new songs' (2001)

Tras sus años de retiro en el monasterio de Mount Baldy, California, Cohen dio señales como creador en este disco de título desmotivado, donde compartió tareas compositivas con su veterana cómplice y corista Sharon Robinson. No hay que fiarse de las apariencias: en esta obra discreta hay un Cohen líricamente destilado y musicalmente conmovedor, que cultiva la canción pop adulta de sencillo acabado y desplaza su mirada desde los abismos emocionales de 'A thousand kisses deep' al paisaje dionisíaco de 'Boogie street'.