Desde que Dieter Kosslick asumió la dirección de la Berlinale en el 2001, y especialmente en los últimos años, la muestra ha venido siendo blanco de críticas cada vez más merecidas por el déficit de calidad y la falta de criterio crecientes de su programación; y, como consecuencia, el considerado tercero de los grandes festivales europeos de cine -tras Cannes y Venecia- ha visto cómo esa posición se veía amenazada por citas como San Sebastián e incluso Locarno. Su 70ª edición, a partir de hoy, es la primera que codirigen el italiano Carlo Chatrian -al frente de las decisiones artísticas- y la holandesa Mariette Rissenbeek -encargada de los aspectos logísticos y financieros- y ambos tienen 10 días no solo para convencer de que el festival puede recuperar su prestigio, sino también sentar las bases del camino futuro. Las decisiones tomadas por la pareja desde su llegada ya dan varias pistas al respecto.

MENOS PELÍCULAS

Elegir con precisión y coherencia

De ningún modo pueden considerarse una revolución pero, aun así, los cambios estructurales efectuados por Chatrian -hasta el año pasado, director de Locarno- prometen ser cruciales para el festival. La 70ª edición incorpora una sección paralela nueva, Encuentros -dedicada a un cine especialmente arriesgado o innovador-, y a cambio elimina dos secciones por las que Kosslick apostó durante su mandato: Culinary Cinema, centrada en películas relacionadas con la gastronomía, y NATIVe, dedicada a películas realizadas por miembros de comunidades indígenas. En total, la selección suma 60 películas menos que la del 2019, y eso no solo contribuirá a atemperar el problema logístico que le ha surgido al certamen este año tras el cierre por reformas de uno de los multicines donde las proyecciones tradicionalmente tenían lugar; sobre todo habrá ayudado a los programadores a elegir con más coherencia y precisión.

MÁS AUTORES DE PESO

Garrel, Ferrara, Petzold, Hong...

El gran problema que la Berlinale venía sufriendo en los últimos años era la escasez de películas importantes -o, en otras palabras, el exceso de títulos irrelevantes- en su competición. Para solucionarlo, Chatrian ha elaborado una lista de aspirantes al Oso de Oro plagada de autores reconocidos y venerados: el francés Philippe Garrel presentará La sal de las lágrimas, que supone su primera participación en la muestra; en cambio, esta será la cuarta vez que Hong Sang-soo y Christian Petzold intentan conseguir el Oso de Oro -el coreano lo hará con The woman who ran; el alemán, con Undine-; el maestro taiwanés Tsai Ming-liang presentará Days, su primer largometraje de ficción desde Stray Dogs (2013); y Abel Ferrara cruzará la alfombra roja para promocionar Siberia, un drama existencial protagonizado por Willem Dafoe. Y la británica Sally Potter vuelve al certamen -es su tercera participación en el concurso- para presentar The roads not taken, que retrata un día en la vida de un hombre mentalmente inestable. El español Javier Bardem es su protagonista.

esfuerzo por la paridad

Irons, presidente polémico del jurado

Aunque el año pasado Kosslick firmó la declaración 5050x2020, por la que se comprometía a incrementar la equidad de género en su selección de títulos, lo cierto es que las directoras siguen siendo minoría entre los cineastas que este año compiten por el Oso de Oro. Es más, su presencia ha descendido ligeramente: si en el 2019 la representación femenina fue de un 41,1% -siete películas dirigidas por mujeres de las 17 a concurso-, este año se queda en un 33,3% -seis de 18-.

A ese desafortunado dato, además, hay que añadir la designación como presidente del jurado del actor Jeremy Irons, que tiene un historial de declaraciones polémicas acerca de los abusos sexuales a mujeres. En cualquier caso, eso sí, conviene recordar no solo que en términos de búsqueda de la paridad el certamen alemán sigue pasándoles la mano por la cara a los festivales con los que aspira a medirse -el año pasado, la competición de Cannes incluyó un 19%; la de Venecia, un raquítico 9%-, sino también que dos de las tres últimas películas ganadoras del Oso de Oro tenían firma femenina.

En su esfuerzo por aumentar la equidad, la Berlinale ha incluido en su concurso dos títulos ya estrenados en festivales previos, saltándose así una regla no escrita según la que las películas a competición deben verse aquí por primera vez: First cow, el nuevo largometraje de la estadounidense Kelly Reichardt -cuya presentación mundial tuvo lugar el pasado octubre en el Festival de Nueva York-, y Never really sometimes always, una reflexión sobre el derecho al aborto dirigida por su compatriota Eliza Hittman, recién estrenada en Sundance.

mayor diversidad

Filmes coreanos, iranís y pocos españoles

Que esas dos películas sean las únicas procedentes de Estados Unidos entre los títulos de la competición -aunque dirigida por Ferrara, neoyorquino, Siberia es una coproducción entre Italia, México y Alemania- es un botón de muestra de la diversidad geográfica imperante en su seno. Si en los últimos años el concurso venía aquejando una dependencia abrumadora del cine europeo, este año incluye títulos procedentes de países como Taiwán, Corea del Sur, Irán -There is no Evil, de Mohammad Rasoulof-, Camboya -Irradiés, de Rithy Panh-, Argentina -El prófugo, de Natalia Meta- y Brasil -Todos os mortos, de Caetano Gotardo y Marco Dutra-. Como de costumbre, eso sí, se echa de menos una mínima presencia de películas africanas.

Asimismo, tampoco hay rastro de cine español entre los filmes que aspiran a entrar en el palmarés, pero sí en las secciones paralelas. En concreto, Lúa Vermella, del gallego Lois Patiño; Las niñas, retrato de infancia de la debutante Pilar Palomero, y el segundo trabajo de Irene Gutiérrez, Entre perro y lobo, retrato de tres veteranos de la guerra de Angola.

estrellas... las justas

Para cinéfilos más que para fotógrafos

Aunque el año pasado Una de las críticas más comunes de las que Kosslick fue objeto como director es que su empeño por tener algo que vender en la alfombra roja solía llevar al certamen a seleccionar películas mediocres por el mero hecho de estar protagonizadas por rostros conocidos. En ese sentido, la nueva dirección parece tener claro que prefiere complacer a la cinefilia que a los fotógrafos. De hecho, las únicas estrellas presentes en la competición son Bardem y sus compañeras de reparto en The roads not taken, Elle Fanning y Salma Hayek. Fuera de ella, el catálogo de celebridades es algo más amplio: Sigourney Weaver pasará hoy por aquí para presentar My Salinger year, que inaugura el festival; Johnny Depp presentará Minamata, biopic del legendario fotógrafo W. Eugene Smith; Cate Blanchett aterrizará a bordo de la teleserie Stateless, de la que también es coproductora, y Roberto Benigni lo hará para promocionar su trabajo en la versión de Pinocho que ha dirigido Matteo Garrone.

Pero quizá la presencia más esperada -por exótica- sea la de Hillary Clinton, que presentará el documental Hillary. Quienes busquen glamur, tendrán que conformarse con eso.