Bruce Dickinson vuelve este domingo a Barcelona, pero no a cantar, sino a ofrecer un monólogo abierto a preguntas del público. El espectáculo An evening with Bruce Dickinson lo acercará a sus fans en el hotel Catalonia Barcelona Plaza, dos años después de publicar el libro What does this botton do? (Una autobiografía, Cúpula, 2018). Hablamos por vía telefónica con el cantante de Iron Maiden, grupo que en julio estará en España. Previamente se ha indicado al periodista que no centre la entrevista en Maiden sino en las otras facetas del cantante: monologuista, escritor, piloto aéreo o empresario de la cerveza.

—Habituado como está a los grandes recintos, ¿qué le motiva a afrontar espectáculos personales de pequeño formato?

—Al principio era un experimento, ver qué pasaba, como una continuación del libro. Me gusta entretener a la gente, así que hemos desarrollado el show y ahora va mucho más allá del libro. En la primera parte cuento historias con una intención de entretener, dar quizá algo de información... La segunda parte es improvisada y ahí el público escribirá el guion.

—La otra noche, en Quebec, cantó con una sinfónica en el 50º aniversario del ‘Concerto for group and orchestra’, de Jon Lord, el desaparecido teclista de Deep Purple. Hace años que tuvo ocasión de conocer a estos músicos, ¿qué sensaciones guarda?

—Tengo una buena historia relativa a Ian Gillan, pero, déjeme que la cuente el domingo en el show. Me la guardo para entonces.

_Está involucrado en muchas actividades como empresario. ¿La música es solo una más?

—Bueno, si quiere saber las respuestas a este tipo de cosas, debe venir al show y lo descubrirá.

—Esto es una entrevista. Es normal hacer preguntas como esta.

—Ya, bien, agradezco la entrevista, pero quisiera hablar de mi one-man show, no de Iron Maiden.

—Mi pregunta no era sobre Iron Maiden, pero, dígame, ¿en qué actividades está en estos momentos involucrado al margen del grupo?

—Acabo de cantar en Quebec con la orquesta sinfónica, y eso es mucha música. También hice un one-man show en Toronto; fue muy interesante. Hago muchas cosas. Cuento historias. Tanto si subo al escenario para hablar o para hacer música, se trata de contar historias.

—¿Se considera un emprendedor?

—Soy eso también. Pero, ¿y qué? (ríe) ¿Qué representa eso? Puedo ser un buen músico o cualquier otra cosa. La música centra mi vida, pero hago otras muchas cosas.

—Como producir cerveza.

—Por supuesto. ¡Es una pregunta estúpida la que me hace! (ríe) ¡La gente ya sabe exactamente todo lo que hago! Que canto, que produzco cerveza, que he pilotado aviones y que hago un montón de cosas, también one-man shows y, por supuesto, que soy el cantante de Iron Maiden, lo cual es jodidamente importante.

—Esta entrevista es para un diario, no para una revista de heavy metal, y no creo que haya que dar por sentado que el lector lo sabe todo acerca de su vida.

—Oh, sí, OK, OK... La idea que hay detrás del one-man show es esa mirada de reojo a la vida, ver cómo un chiquillo inglés se convirtió en ese gran Dios del rock. Se acaba viendo que en todo hay algo de accidente, y de diversión, y errores que pueden ser muy humanos. Para verlo tiene que venir al show.

—Usted distingue entre clientes y fans.

—Sí, las relaciones deben basarse en las emociones. Me preguntan por qué Maiden tiene éxito, y el mensaje es muy sencillo: somos sinceros, directos, tenemos integridad, creemos en lo que hacemos y estamos orgullosos de ello. Si estableces tu relación a partir de ahí, la gente responde. Pero de eso hablo con mi compañía, y no hablaré el domingo, donde contaré un montón de chistes sucios y groseros. Hablaré del cáncer y de muchas cosas, y reirá, se lo prometo.