Hay un axioma de mi profesión que dice que, en periodismo, guardar silencio sobre cosas importantes es mentir. Para no guardar silencio, sin embargo, se necesitan una fuente, o varias (aunque les cambies el nombre, aunque distorsiones las voces, aunque los grabes a contraluz para que no se les pueda ver, dependiendo del medio; aunque transformes —incluso— los testimonios de una misma persona en los de varias, para que no las maten si descubren quiénes son). Precisamos de documentos, también (al menos, verlos) y, sobre todo, saber dónde está cada uno (políticos, sindicalistas, presidentes de oenegé, directores generales, periodistas) y quién es cada cual. Eso solo se consigue con el ejercicio de la profesión durante muchos años en un mismo lugar. Ni se imaginan las reservas que se pueden tener ante un periodista

El periodismo local, decía Gervasio Sánchez, es el auténtico periodismo de trinchera. Porque es en lo pequeño, en la denuncia de las corruptelas de lo pequeño, donde el periodista se la juega: «Es —decía— mucho más peligroso trabajar en las secciones locales de un periódico que en una guerra, porque es ahí donde se producen las verdaderas censuras. Si yo titulo ‘Karzai es un corrupto’ o ‘Gadafi es un asesino’, nadie me lo toca, pero ¿alguien se atreve a decir ‘Botín es un corrupto’? Te cuesta el cargo. Lo primero que hay que aprender en esta profesión es a decir ‘no’ a las entrevistas pactadas, a las informaciones que sirven para lavar la imagen de las empresas, a esconder informaciones críticas con los intereses mediáticos y ‘no’ a renunciar al periodismo de investigación».

Estoy intentando pintar un cuadro: eso es el óleo. El lienzo, la base, se llama, también, responsabilidad. A veces, un periodista conoce historias que no cuenta por responsabilidad social. A veces, también, hay que esperar. Por si acaso.

Y esa es la razón por la que no voy a hablar del fin de Centrifugados. Por si no todo está dicho todavía. En algunos casos, ha de reinar la prudencia.

Recuerdo una viñeta de Mafalda. Llamaba a su tortuga en la primera. La tortuga, de nombre Burocracia, aparecía en la última y Mafalda le decía: «Su lechuguita». Omar Pimienta decía en Plasencia que las fronteras son territorios de nostalgia: que la gente ha de quedarse donde quiera vivir y, normalmente, uno quiere vivir al lado de la familia y de los amigos y, cuando tiene espíritu aventurero, largarse a otras latitudes. Pero cuántos tienen espíritu aventurero y cuántos se marchan porque no hay más remedio. Quedarse aquí, crear desde aquí, escribir desde aquí, organizar eventos desde aquí, también es un ejercicio de resistencia. Y un ejercicio muy consciente de construcción de lugares propios: es elegir el sitio en que se habita y demostrar que desde lo periférico se pueden sostener obras artísticas, literarias y musicales originales, novedosas, con voces propias, en una región que, recordemos, tiene los más bajos índices de lectura (por ejemplo) del país (algo de lo que, por cierto, ningún responsable público ha dicho nada) y con unas características socioeconómicas y de comunicaciones bien conocidas por todos.

Siempre hay preguntas: ¿qué clase de cultura colectiva estamos construyendo y queremos construir? ¿Es el ciudadano individual el que ha de esforzarse, a menudo sin tener las herramientas ni los conocimientos necesarios —ni el dinero, por cierto: echemos un vistazo a las condiciones laborales de esta España nuestra—, en adquirir criterio sin ninguna clase de guía? Sin contar con buenos planes de estudio (la literatura que se estudia no es literatura: es historia de la literatura: vivan las jarchas y Gonzalo de Berceo para niños de 13 y 14 años), con las artes plásticas y la filosofía arrumbadas, sin formación en análisis del discurso audiovisual. ¿Realmente alguien piensa que una persona sola, imaginen, un currante con poquita formación intelectual, ha tenido responsabilidad en sus gustos estéticos? Me niego a creer que seamos tan ingenuos, tan malpensados, tan individualistas en el sentido más estricto y obsceno del término.

Abrazamos, por eso, ciertas iniciativas como si fueran propias: Centrifugados, por ejemplo. Las Aulas Literarias. Muchos festivales de música (no doy nombres, porque se me olvidará alguno). La sala Guirigai y La Nave del Duende y la sala Maltravieso Capitol, que ya se inauguró oficialmente y que estrena mes con magia. La palabra magia, por lo visto, pero no se sabe con exactitud, tiene una raíz de un vocablo persa cuyo significado es «ser capaz», «poder hacer». Desconozco si Isidro Timón y Amelia David sabían esto, pero no se me ocurre mejor manera de declarar una intención: podremos hacer. Seremos capaces, a pesar de todo. Ojalá. Eso esperamos.

Gala de Magia. Viernes, 2 de marzo. 21.00 horas. Teatro Maltravieso Capitol (Cáceres).

‘La vida es sueño’ y ‘Pandora, magia de cerca’. Sábado, 3 de marzo. 18.00 horas y 21.00 horas. Teatro Maltravieso Capitol (Cáceres).

‘¡Badidiblú! Descubriendo la magia’. Domingo, 4 de marzo. 18.00 horas. Teatro Maltravieso Capitol (Cáceres).