No llenó pero demostró que está en forma. Joan Manuel Serrat volvió a escribir con su voz, una vez más, que ya ha pasado a la historia de la música española como uno de sus baluartes de mayor calidad.

El cantautor catalán reunió a 800 fieles, tres cuartos de entrada, en el Auditorio de Cáceres al que acudió acompañado por la magnífica Orquesta Manuel de Falla de Cádiz. Un doble lujo que demostró la comunión entre cantante y músicos desde el primer momento. Estas fueron las bases para Serrat sinfónico, como ha querido llamar a su último trabajo, ahora de gira por España tras haber visitado Latinoamérica.

La voz de hierro y aterciopelada, la camisa blanca y el traje oscuro y, al pisar al escenario, "agradecido y dispuesto a pasar la mejor noche de mi vida". Serrat fue luego llevando al público por un río de canciones conocidas en las que hizo gala de armonía y equilibrio.

Especialmente emocionante la inmortal Penélope en la que la orquesta gaditana hizo alardes en una versión desconocida del tema del cantautor catalán. La velada estuvo aderezada también por otros éxitos de siempre como Princesa, Mediterráneo o Aquellas pequeñas cosas,

Aquel ruiseñor que luego se hizo hombre ha logrado hacer el más difícil todavía en su carrera: ofrecer a sus seguidores un trabajo sinfónico que redondea su carrera. Arropado por músicos de excelente categoría, Serrat dejó huella en el auditorio cacereño gracias a la iniciativa de Caja Duero y ante la mirada de políticos, periodistas y fans como la ministra extremeña de Vivienda María Antonia Trujillo, que acudió al concierto como una espectadora más. Todos buscaron en Serrat el secreto eterno de la juventud.