La vida de William Shakespeare, siempre a caballo entre el mito y la leyenda, ha sido desde hace varios siglos material para toda clase de especulaciones. La última tesis, que acaba de hacer pública un grupo de científicos alemanes, echa por tierra la creencia de que el gran dramaturgo británico murió a consecuencia de una sonada borrachera. De acuerdo con esta versión, lo que terminó con su vida en 1616, cuando tenía 52 años, fue un tumor canceroso en el ojo izquierdo.

A tal conclusión ha llegado Hildegard Hammerschmidt-Hummel, profesora en la universidad alemana de Maguncia, tras comparar dos piezas, la mascarilla de un rostro y un busto, a fin de saber si realmente ambos corresponden al escritor. La mascarilla, fechada en 1616, el mismo año de la muerte de Shakespeare, se halla en la ciudad germana de Darmstadt.

Un equipo de patólogos, oftalmólogos, forenses y dermatólogos ha realizado minuciosas pruebas, incluidos los escáners de las esculturas, utilizando imágenes tridimensionales computerizadas, similares a las empleadas por la policía para identificar el rostro de una persona.