Hace una década, Mayte Bona comenzó a trabajar en el vestuario y la caracterización de la princesa Odette, el príncipe Sigfrido; Rotbart, el hechicero, Odile y los demás. Hace 140 años, el Bolshói le encargó a Piotr Illich Tchaikovski la composición de la música de El lago de los cisnes. Por lo visto, Tchaikovski le contó a Korsakov que aceptó porque necesitaba el dinero (no hay billetes en el mundo que paguen esta música) y porque quería probarse a sí mismo. La historia fue un cúmulo de despropósitos desde el inicio: la partitura era muy complicada, la bailarina principal lo copaba todo, la coreografía no casaba con la música, el vestuario era horroroso, la escenografía brillaba por su ausencia y se cambiaron varios números por otros que eran más del gusto de los bailarines, pero que no tenían nada que ver con lo que se había querido contar.

Dos años más tarde, en 1879, en una de las más de mil cartas que se escribieron, Nadezhda von Meck, la mecenas de Tchaikovski, le contó que estaba con un joven llamado Claude Debussy, que había pasado a piano una parte del ballet. Tchaikovsky volvió a tomarle interés al Lago de los cisnes pero cuando le encargaron revisar la partitura, murió.

El ballet entero es enormemente largo y costaría un ojo de la cara ponerlo en escena (y la entrada, con el IVA cultural, un ojo y un riñón), así que lo que quizá ustedes hayan visto, que es lo que se suele representar, es el segundo acto.

Ahora lo van a poder escuchar de otra manera.

Mayte Bona, que lleva pensando en los personajes de El lago de los cisnes desde hace más de diez años, es la mitad de Morfeo Teatro: la otra es Paco Negro, que dirige esta obra junto a Cristina Silveira, la mitad de Karlik Danza (la otra es David Pérez). Hablar de estas dos compañías es hablar de rigor: a ambas las presentó Javier Leoni y, como contaba Silveira, esta obra tiene mucho de emocionalidad y de homenaje. Va a ser ballet, clásico y contemporáneo, pero también va a ser drama. En el escenario, Pablo Mejías, Lara Martorán, Inma Pedrosa, Piedad Gallardo, Rubén Lanchazo, Jorge Barrantes, Deli Catesen y Sandra Carmona. La estrenan aquí, pero luego abrirán Fetén.

El lago de los cisnes es un cuento de hadas al más puro estilo de los cuentos de hadas: un dramón. Rotbart, que es hechicero y, por ende, poderosísimo, pide a los reyes la mano de su hija, la princesa Odette. Se la deniegan, se enfada, hace un conjuro y la transforma en un cisne. El cisne nada en el lago que formaron las lágrimas de los padres. También hay un príncipe un tanto casquivano al que la madre le recuerda que se tiene que casar (los príncipes siempre, aunque lo hagan con plebeyas, como les ha dado a todos últimamente -yo no sé dónde vamos a llegar-). Odette quiere amor eterno, pero al príncipe lo engañan y elige a Odile, la hija del hechicero. Y luego, depende. En algunos casos mueren los dos, en otros no: a esta obra le cambiaron el final más de una vez. De la puesta en escena de Karlik y Morfeo sabemos que quisieron asumirla como propia desde el principio (es decir, no como un encargo, que era lo que fue inicialmente) porque, de vez en cuando, ocurre este entusiasmo.

Hay personas que necesitan tranquilidad en su vida laboral y otros que asumen cuantos más riesgos mejor. Nos estamos refiriendo a lo artístico, por supuesto, que no estamos para perder la vida. Marco Scalvini (violinista), Carlos Pacheco (violista) y José Miguel Sancho (violonchelista) lo han hecho con su Trioex, un trío de cuerda surgido de la misma Orquesta de Extremadura, que ofrece un concierto de cámara con dos piezas: Divertimento para violín, viola y violonchelo, de Mozart y el Trío de cuerdas de Heitor Villa-Lobos: «Un pie en la academia y usted cambia para peor», dijo. Por eso huyó de instituciones. Es, junto a la samba, lo más importante que Brasil nos ha dado musicalmente, con permiso de Bidu Sayão, Gilberto Gil, Astrud Gilberto (bueno, todos los Gilberto), Caetano Veloso y Chico Buarque (que es grande también por otras cosas). José Miguel Sancho decía que Trío de cuerdas recordaba a las playas brasileñas. «Mi música es natural como una cascada», la definió una vez este tipo de imaginación desbordante que decía haber estado con caníbales.

No hay director, las elecciones musicales las han hecho ellos tres y han tenido que definir cómo querían tocar ambas piezas. Esas elecciones son las que hace también, cuando se sienta al piano, Chema Villegas, que, después de estudiar música en Nueva York y Alemania, descubrió que en Extremadura era útil y podía cambiar la sociedad. Con la música. «Aquí --es profesor en Plasencia-- siento que sirvo de algo, que puedo cambiar cosas, mejorar cosas».

No me digan que escuchar esto no es una maravilla.

‘El lago de los cisnes’. Viernes, 27 de enero y sábado 28, a las 20.30 horas. La Nave del Duende (Casar de Cáceres).

Trioex. Viernes, 27 de enero. Gran Teatro (Cáceres)

Chema Villegas. Viernes, 27 de enero. 19.00 horas Museo Pérez Comendador-Leroux (Hervás)

‘El olivo’. Domingo. 29 de enero. 20.00 horas, Teatro López de Ayala (Badajoz), con presencia de la actriz principal.