El cineasta George A. Romero (Nueva York, 1940) ha vuelto al Festival de Sitges, en el que presentó hace más de 20 años El día de los muertos (1985), para recibir el gran premio honorífico por su trayectoria y, de paso, presentar su nueva película y atender con admirable cortesía a sus fans. Es un galardón merecidísimo porque el autor ha dedicado cuatro décadas de su vida al género fantástico, tiene en su haber películas del peso de Creepshow (1982) y, sobre todo, es el padre del cine moderno de terror. Una obra de un entonces desconocido e inexperto Romero, La noche de los muertos vivientes (1968), rompió con el cine de terror clásico y se convirtió en modelo de referencia de los directores predestinados a renovar el género.

Aquella película de zombis sorprendió en su momento por su exacerbado realismo y su crítica velada a los Estados Unidos. Se trataba de una propuesta que sumaba pesadilla y crónica de una época, dos variables comunes en la filmografía del cineasta y presentes en su reciente trabajo El diario de los muertos (2007), una cinta sobre muertos vivientes programada en Sitges fuera de concurso. En el transcurso de una entrevista, Romero hizo referencia al doble filo de sus películas: "Mis películas no son entretenimiento puro y duro, van sobre la gente y su forma de afrontar los cambios. Puedo utilizar a los zombis para hablar de la situación política, social o cultural", afirmó.

El diario de los muertos es, en relación con esto último, según su director, "una cinta sobre la explosión de los medios de comunicación, sobre cómo ha cambiado en poco tiempo nuestra forma de acceder a la realidad". En ella, unos estudiantes deciden filmar absolutamente todo lo que se cuece a su alrededor. Y lo que se cuece no es otra cosa que una invasión de muertos vivientes con instintos asesinos.