Como una broma nacían en 1949 Las hermanas Gilda. Mientras la España más reaccionaria aún se rasgaba las vestiduras por el estreno de la "impúdica e indecente" Gilda, el dibujante Manuel Vázquez (1930-1995) con su particular sentido del humor creaba a Hermenegilda y Leovigilda.

Dos solteronas reprimidas pero locas por casarse, que pasaron la censura gracias a sus nombres godos --aunque puestos en clara referencia al filme de Rita Hayworth-- y a su físico poco agraciado. Dos seres con carácteres y físicos antagónicos.

Feas pero queridas. Para Max, Premio Nacional del Cómic, eran, junto a La familia Cebolleta, los "mejores" personajes salidos del lápiz de Vázquez. "Eran una crítica solapada de la vida cotidiana del franquismo", comenta.

Afirmación que secunda el estudioso del cómic Toni Guiral: "Son los personajes que mejor reflejan la sociedad de la posguerra". Y es que nadie duda de la gran capacidad de Vázquez para retratar la España de la época a partir de un humor exagerado y mucha mala leche.

EVOLUCION Ahora, 60 años después de su nacimiento, Ediciones B celebra el aniversario de las hermanas publicando una selección de tiras en un lujosos volumen, la primera reedición de la obra de Vázquez en 15 años, que muestra la evolución de las protagonistas desde su nacimiento hasta su desaparición a principios de los 70.

Durante los primeros años, la convivencia entre las hermanas fue muy dificil. No solo mantenían una relación de amor y odio sino que se traicionaban constantemente, sobre todo en sus intentos por encontrar el príncipe azul.

Estas historias que atentaban directamente contra la moralidad de la época y eran una crítica a la institución familiar disgustaban a la censura que obligó a dulcificarlas. Así, a partir de 1956, los argumentos se trasladan al campo, donde las hermanas viven situaciones surrealistas con ranas encantadas y plantas antropomórficas, el sadismo se suaviza y, por supuesto, desaparecen todos los pretendientes.

Pero Las hermanas Gilda no eran solo un prodigio de narración, eran también una maravilla gráfica. Tanto por su trazo: "El dinamismo que tenían los personajes es increíble", apunta Max. Como por su puesta en escena: "Moderna y con un mobiliario casero de diseño entre cubista y modernista", sostiene Guiral. ¿Y qué opinaba Vazquez de sus gildas? Según su hijo Manolo: "Le gustaban pero consideraba que la censura se las había cargado".