El cine del futuro será digital o, por lo visto, no será: en el año 2013 habrá en Europa más salas de cine equipadas con tecnología digital que con los tradicionales proyectores de celuloide. Se saluda con júbilo la ventolera digital --en la que ha soplado, y mucho, el colosal éxito en taquilla de Avatar --, al entenderse que su expansión masiva reducirá mucho los costes en una época difícil para la industria del cine, machacada donde más duele por el descenso de público en las salas y el azote del pirateo.

Un dato: una copia de una película de 35 mm cuesta hoy al distribuidor 1.200 euros; una copia en formato digital apenas le supone 250. Sobre el papel, la digitalización de las salas (o lo que es lo mismo, sustituir el proyector de 35 mm de toda la vida, con sus grandes bobinas, por uno digital semejante a un ordenador) se vislumbra como tabla de salvación por lo que supone de revolución, salto hacia delante y adaptación a la omnipresente era de lo digital.

Todo, sin embargo, tiene un precio: en este caso, los 80.000 euros que le cuesta al exhibidor un proyector digital de 2D y los hasta 180.000 euros de un proyector digital de 3D. "La inversión la hace cada empresa por su cuenta y riesgo, sin ayuda ni subvención", avisa Pablo Guasch, director de márketing y operaciones del Grupo Balañá. En cualquier caso, y a pesar de los ahogos, los exhibidores parecen dispuestos a coger el guante digital, pues, como sostiene Enric Pérez, propietario de los cines Verdi en Barcelona y de la distribuidora Sherlock Films, "este sistema no es el futuro, sino el presente". No hay vuelta atrás, dice Pérez: "El cambio se ha de hacer sí o sí. Es lo mismo que pasó en su día con los ordenadores y las máquinas de escribir".

Predicando con el ejemplo, antes de que acabe el 2010, el 80% de las salas de los Verdi estarán dotadas de tecnología digital 2D. "La gente nos dice que ya no quiere ver más cine en 35mm porque el digital le ofrece una calidad brutal. Hoy, el digital le da 50.000 vueltas al 35 mm", asegura Pérez.

PELIGRO DE DESAPARICION Moderando el runrún general, a medio camino entre el canguelo y la euforia, el director general del Instituto de Cinematografía y Artes Audivisuales, Ignasi Guardans, ha mostrado su preocupación por el "impacto tremendo" que supondrá la digitalización masiva, pues no está lejano el día en que se dejarán de realizar y distribuir copias de 35mm. España se ha subido tarde al tren y la amenaza del cierre sobrevuela las pantallas de zonas rurales, ciudades pequeñas salas independientes de las grandes ciudades.

Según un estudio presentado en la conferencia europea sobre digitalización celebrada en Barcelona a principios de marzo, entre un 15 y un 20% de las salas de Europa están en riesgo de desaparecer bajo el aluvión digital, por lo que es fácil imaginar el panorama en España tras el apagón analógico: "Es un reto difícil en el que tenemos que estar desde las empresas privadas a las administraciones", sostiene Guardans.