Tras haber creado un personaje que alafelizmente ha protagonizado siete novelas de aventuras en los campos de batalla y las tabernas de la España ruinosamente imperial, Arturo Pérez-Reverte ha decidido construir una nueva figura con voluntad de continuidad.

Lorenzo Falcó, un señorito jerezano que se busca la vida, sin ningún tipo de escrúpulos, en el mundo del tráfico de armas y el espionaje durante el convulso periodo que va de los años 20 a los 40. Y en su primera aparición, titulada simplemente Falcó, al canalla, con un historial que incluye negocios con el IRA, los revolucionarios mexicanos y los rusos blancos y al que regresará en sus próximas novelas, lo encontramos a las órdenes de los servicios secretos de Franco en otoño de 1936 con el asesinato de una agente comunista camino de Barcelona como carta de presentación, un golpe de mano en la retaguardia republicana como desafío y las clásicas novelas de espías como género de referencia.

Habrá quien piense que Falcó puede ser un Alatriste sin pluma en el sombrero, pistola Luger en lugar de espada y gabardina en vez de jubón. Pero no. «Alatriste está amargado y desilusionado porque ha visto traicionados los ideales a los que servía. Falcó no comparte nada de eso. Mi desafío, mi provocación, era situar en esa Europa pasto de todo tipo de ideologías un personaje amoral, un sinvergüenza oportunista, criminal y torturador, pero que resultase elegante, simpático y encantador», responde el creador de semejante perla.

Una escritora de best-sellers históricos femeninos, Sarah Lark, psicóloga de formación, dice que aprovechó a fondo su tesis sobre las fantasías diurnas de las mujeres. ¿Ofrece Falcó, ese canalla ante el que caen rendidas, satisfacción a esas fantasías de muchos hombres? «De muchos hombres y de muchas mujeres. He visto en mi vida algunos Falcó, he visto cómo triunfan y eso me ha enseñado mucho sobre el género femenino», dice Pérez-Reverte.

Falcó y las mujeres

Esa actitud de Falcó con las mujeres es una de las aristas que puede dar de qué hablar, más allá de la pasión con la que el lector se deje absorber por la operación en la que se embarca. Falcó no entiende algo tan elemental hoy como que un ‘no’ es un ‘no’. «Alguien que tortura y mata no se detiene por un no. Ni Falcó ni nadie en los años 40 veía a la mujer como se la ve hoy, hubiese sido estúpido y anacrónico por mi parte reflejar ese punto de vista en una época en que el feminismo estaba circunscrito y no era omnipresente como ahora», sostiene el novelista. Eso sí, la actitud de Falcó se troca en respeto y camaradería hacia una mujer «a la que reconoce como un igual, como un lobo en lugar de cordero».

Falcó, provisionalmente al menos, está a las órdenes de un almirante, responsable de un ficticio servicio de contraespionaje en el cuartel de Franco en Salamanca. Terreno minado. «La lectura que se hace en este país parte de etiquetas estúpidas, como corresponde a un país intensamente inculto. Si tú eres de derechas los rojos eran infames y si de izquierdas, los nacionales eran infames. La condición humana siempre trae implícita la infamia, independientemente de cualquier ideología», plantea Pérez-Reverte.

Con un libro como este, alguna visión del conflicto -«aunque solo es el telón de fondo», sostiene- tenía que tomar. «Es evidente, visto desde arriba, dónde estaba la razón y dónde no; la república era legítima, pero cuando te acercas a nivel de personajes las líneas claras se difuminan. ¿Era más idealista un miliciano de 18 años que un falangista de 18 años que luchaba en las trincheras? Yo no lo puedo responder, y dudo que ningún lector de buena fe». Pérez-Reverte se ha visto envuelto en los últimos días en un duelo real, a través de artículos de prensa, con su colega de la Real Academia Española Francisco Rico, con reproches varios sobre la cobardía de uno al defender los criterios de la RAE sobre el uso desdoblado del género gramatical, las expresiones utilizadas por el otro para definir a los académicos discrepantes, el lucro obtenido de las ediciones del Quijote, la asistencia a las sesiones de la docta casa... «El asunto está resuelto», zanja.

El futuro de Alatriste

¿Y Alatriste? ¿Por qué ha quedado en barbecho tras siete novelas? «No sé muy bien cuánto voy a vivir ni en qué condiciones voy a envejecer. Hay otras novelas que quiero escribir y no he escrito. Si vivo mucho volveré a Alatriste».

De hecho, la cronología del capitán está escrita, y en el octavo volumen le tocaría participar en la guerra de Cataluña, de 1640 a 1642. Es decir, Els Segadors, el asesinato del virrey, la batalla de Montjuïc. ¿Quizá no es el mejor momento? «Me conoces, así que sabes que eso no me detendría».