En el 2007, Bruce Springsteen participó en We all love Ennio Morricone, un disco en homenaje al compositor italiano Ennio Morricone, con una versión de Once upon a time in the West, interpretada con guitarra eléctrica y un potente acompañamiento orquestal, cinematográfico. Doce años después, Springsteen emprende su particular viaje al oeste con Western stars, su nuevo disco, que saldrá a la venta el 14 de junio, un brillante trabajo introspectivo que bebe de muchas influencias, entre ellas, ese crescendo cinematográfico tan propio de Morricone. Muchas de las canciones de Western stars suenan a imágenes en cinemascope, el antihéroe silueteado por el sol del atardecer en el desierto de Nevada, el muro de sonido orquestal in crescendo hasta fundirse a negro de la mano de la imagen.

En el 2007, ese Once upon a time in the West sonó a extravagancia, lo más alejado posible del sonido del Boss y la E Street Band. Pero desde entonces han pasado algunas cosas en la carrera del Boss. En Magic (2007), ya coqueteaba con un sonido más pop, de aires californianos, en canciones como Girls in their summer clothes o I’ll work for your love. En Working on a dream (2009) insistía en producciones complejas y arreglos orquestales (This life, Kingdom of days). En su larga estancia en Broadway, Springsteen se desenmascaró como lo que en el fondo siempre ha sido: un storyteller, un narrador.

Western stars es el más redondo de sus últimos discos, probablemente el mejor en más de una década. Obra de tiempos medios y baladas, es un disco en el se viste de crooner, con obvias influencias del pop del sur de California de finales de los 60 y principios de los 70 que adaptó el sonido de Nashville a melodías más asequibles, y con arreglos orquestales al estilo de Once upon a time in the West. Es, a diferencia de su obra más reciente, un disco pensado como una obra completa; si The ghost of Tom Joad continuaba la senda de Nebraska, Western Stars recorre el camino de Devils and dust y Tunnel of love: disco de solista, que no de banda, que tiene una historia que contar. En este caso, un puñado de historias de personajes solitarios que no encuentran lo que buscan. Rodadas en cinemascope en pleno desierto, por supuesto.

‘HITCH HIKIN’

Potente inicio del disco que marca el tono musical y de las historias que cuenta: medio tiempo con toques de country y el crescendo orquestal con teclados y violín. Una de las mejores canciones de Western stars.

‘THE WAYFARER’

Igual que el autoestopista, otro caminante que busca en las praderas del oeste algo que tal vez ha perdido por el camino. «Soy un caminante, nena, vago de ciudad en ciudad. Cuando todo el mundo duerme y las campanas de la medianoche suenan». Los coros del final de la canción le otorgan mayor fuerza al muro de sonido orquestal que la cierra.

‘TUCSON TRAIN’

El Springsteen más reconocible del disco, pese a que son los teclados y no la guitarra los que sustentan la arquitectura de la canción. Historia de redención, un tema habitual en el imaginario Springsteen: tras tocar fondo y volver a empezar lejos de casa, ella llega en el tren de las 17.15.

‘WESTERN STARS’

El fantasma de Tom Joad se reencarna en esta canción de aires country sobre un actor del montón que vivió su escena de gloria cuando lo disparó John Wayne. Es Springsteen en su mejor versión como letrista: «Una oveja perdida de Oklahoma sorbe su mojito en el bar. Sonríe y dice que cree que me recuerda de ese anuncio con la tarjeta de crédito».

‘SLEEPY JOE’S CAFE’

La canción más divertida (sin desmelenarse) del disco, extraída del baúl de la parte más lúdica de las Seeger Sessions. Un Glory days melancólico, un Out in the street sin la furia juvenil ni el alma rockera, «te veo en la pista de baile y el lunes por la mañana queda a millones de millas de distancia». Ideal para cerrar el concierto de buen humor antes de la primera tanda de bises.

‘DRIVE FAST’

Del actor al doble de escenas de acción, que sabe que los golpes más duro no son los propios de su trabajo. «Conduce rápido, cae duro, permanecerás en mi corazón, no te preocupes por mañana, no le hagas caso a las cicatrices». Balada acústica que los teclados alejan del sonido clásico del Boss.

‘CHASIN WILD HORSES’

Un estribillo con reminiscencias al Springsteen de siempre, de título stoniano y espíritu dylaniano. Melodía acústica sustentada en la padel guitar y los teclados, cuenta la historia de otro corazón roto, otro carácter explosivo, otro insensato que descubre que si gritas el nombre de ella en el acantilado solo regresará el eco de tu propia voz. El Springsteen que ha regresado de Broadway no es precisamente el más lúdico.

SUNDOWN

El shalala de los coros y el aire a Girls in their summer clothes no deben llevar a engaño: «Sundown no es el tipo de sitio en el que quieres estar por tu cuenta. Todo son días largos, calurosos e interminables y noches frías en soledad». Esperando la llegada del verano, suena al Boss que en su biografía narraba su lucha contra la depresión.

SOMEWHERE NORTH OF NASHVILLE

El Cautious man del disco: corta, seca, simple, dura. «Para el acuerdo que hice, el precio es alto: te cambié a ti por esta canción». Aires de Nebraska en el sur.

‘STONES’

Un arranque a lo Secret garden para un ajuste de cuentas: esta vez no es el protagonista el culpable, sino ella. El desenlace, no obstante, es el mismo: la soledad. «Me levanté esta mañana con piedras en mi boca. Dijiste que solo son las mentiras que me dijiste».

‘THERE GOES MY MIRACLE’

Sección de cuerda, base acústica, la voz de Springsteen en su mejor versión, para la canción más californiana del disco. «Mal de amor, corazón roto, el amor da, el amor quita» ¿Un amante despechado? ¿El padre que ve irse a los hijos, ya adultos? No lo sabemos, el Boss no identifica a la «estrella de la suerte» de esta hermosa canción.

‘HELLO SUNSHINE’

El primer single del disco, Harry Nilson en el recuerdo, la historia de quien ha tocado fondo y saluda al amanecer. Una oda a quien se esfuerza por volver a empezar, pese a todo.

‘MOONLIGHT MOTEL’

Tras recorrer millas y millas hacia el amanecer buscando o huyendo (¿no es lo mismo?), el disco acaba en el parking de un motel, con una «botella en de Jack» en una bolsa de papel, y una frase de ella que apenas consuela: «Es mejor haber amado». Sutileza acústica y fundido a negro.