En 1915, en 0,10 , la última exposición futurista celebrada en San Petersburgo, Kazimir Malevich (Kiev, 1879 - Leningrado, 1935) mostró por primera vez su famoso Cuadrado negro , la más radical e icónica de sus obras. Lo hizo colgándola del lugar más elevado de una esquina, tal y como se solían mostrar los iconos religiosos rusos, cosa que suscitó cierto escándalo y llevó a la crítica a tildar al artista de arrogante y a su obra como el fin de la pintura. La pieza, una composición minimalista de un cuadrado negro con márgenes blancos, es la máxima expresión del suprematismo --su arquetipo, según Malevich--, además de la obra más conocida y radical del pintor ruso. Y es, a su vez, uno de los trabajos que más han dado que hablar en la historia del arte. Ya sea por su significado --Malevich era un hombre profundamente místico--, o por la ausencia de este, como por la representación que supone de la abstracción total, de la supremacía del color y la forma por encima del objeto: la cara del nuevo arteO, según su autor.

Ahora, Cuadrado negro , no el de 1915, sino una versión posterior, de 1929, que Malevich realizó para una retrospectiva en la Tretyakov Gallery de Moscú, cuelga de las salas temporales del Stedelijk Museum de Amsterdam, en la que es una de las exposiciones más completas, si no la que más, dedicada al pintor ruso: Kazimir Malevich y la vanguardia rusa, abierta hasta el 2 de febrero . La muestra recoge la friolera de 500 piezas --300 del artista y el resto de contemporáneos suyos, como Marc Chagall, Natalia Goncharova, Vasili Kandinski y Mikhail Larionov-- provenientes, en su mayoría, de las colecciones Khardzhiev y Costakis, los dos fondos más importantes de artistas rusos de la modernidad.