«Los poemas de Sylvia Plath ya han pasado a la leyenda como representantes del ánimo de nuestra época, y son únicos en su brillo implacable». George Steiner. Y con estos mimbres, la ilustradora Sara Morante (Torrelavega, Cantabria, 1976) se adentra en el mundo de Sylvia Plath (Boston, 1932 - Londres, 1963) con una paleta de intensos colores para representar la obra, de la considerada una de las principales cultivadoras del género de la poesía confesional. Aunque la vida de Plath fue intensa, incluso se podría añadir que triste y melancólica, quedó ligada a su poesía y a sus obras en prosa. Su trágica y cruel muerte ayudó además a convertirla en mito, fueran lectores o no. ‘Ariel’ (Nórdica Libros, 2020) la obra que ilustra Sara Morante contiene poemas que Sylvia Plath había escrito en las semanas que precedieron a su muerte. Su marido, el también poeta Ted Hughes, se encargó de la edición de su poesía completa. Y en este ambiente de tragedia y dolor, adentra sus colores Morante desdibujando y volviendo a dibujar, el mundo amargo de la joven que finalmente, se agarró a la mano de sus demonios interiores. Pasen y lean.

¿Cómo consiguió empatizar con la obra de Sylvia Plath a través de una paleta de colores?

Sylvia Plath a veces es irónica, y otras, profundamente triste. Es una tristeza que la acompaña a la tumba, pero lo hace con una voz potente; empatizar con todo ello puede ser difícil pero su palabra te arrastra, porque incluso los versos más duros, violentos o desilusionados los llena de fuerza, de belleza y de una extrañeza magnética. Es difícil no dejarse llevar y comprender lo que dice y por qué lo dice.

¿Hay algún color incompatible con ‘Ariel’?

En Ariel incluso el blanco tiene importancia. En la poesía de Plath caben todos los colores, están en los matices de sus palabras, también en los escenarios. En mi paleta prescindo del morado, odio ese color.

¿Qué fue más complicado?, ¿introducirse en los miedos, anhelos, de Plath o distanciarse de lo que fue su vida y su muerte?

Cada cosa tuvo su momento. Lo primero, durante las varias lecturas que hice de ‘Ariel’ antes de comenzara a ilustrar, fue alejarme de la persona de Sylvia Plath, de su biografía; después alejarme de su voz, dejar sólo el eco de sus versos y las ideas que se me ocurrían mientras leía. No fue fácil, porque Plath tiene un universo simbólico muy potente y rico, es difícil dejar salir tu voz a través de todo esto pero, al mismo tiempo, es muy inspirador. Introducirse en sus sentimientos y emociones es parte de mi trabajo. Lo difícil es conseguir que sus sentimientos y emociones remuevan los míos, en eso consiste ilustrar poesía y esa es su dificultad.

El hecho de ser una obra póstuma, ¿cambia en algo la percepción de sus ilustraciones?

No. He intentado alejarme del contexto de este libro, aunque es inevitable conocerlo, no he dejado que influya en mi lectura ni en mis ilustraciones.

Usted ya había retratado a Plath en una de las entradas del ‘Diccionario de literatura para esnobs’ de Fabrice Gaignault.., ¿cómo fue esa experiencia?

En el ‘Diccionario de literatura para esnobs’ ilustraba acompañando el tono mordaz de Gaignault, sin embargo esa Plath que dibujé con una bandeja de magdalenas quemadas, la he visto también en ‘Ariel’: el rol tradicional de la mujer como madre, esposa, secretaria, limpiadora y entregada al bienestar del hombre, la incendia. Ella le cede su tiempo y energía a lo doméstico y el papel de ama de casa es una cárcel cuando cae sólo sobre sus hombros y no le permite desarrollarse como persona, como poeta. Me la imagino escribiendo algunos poemas con los cuernos quemados.

¿Qué tienen en común Morante y Plath?

A simple vista, las amapolas como metáfora de la sangre, del dolor y de todo lo que palpita. El lenguaje simbólico vegetal es obvio, pero también tengo cierta querencia a plasmar lo incómodo, lo violento, lo inquietante. Me he sentido como en casa ilustrando ‘Ariel’.

¿Qué ha aprendido de Plath?

A mirar todo cuanto me rodea, y no desdeñar nada por incómodo que sea. Espero que se me haya pegado algo de esa mirada atenta y crítica, y a dejar la autocomplacencia fuera. También he aprendido que lo importante de Plath está en su obra.

Usted tiene una relación especial con los libros. Desafió a la censura que sufrió el libro ‘Fariña’ con el cartel que ilustró para la Feria del libro de Madrid del 2019, ¿sintió usted la censura después de aquello?

Más que desafiar la censura, puse el foco sobre la responsabilidad de los lectores a la hora de rechazar cualquier censura, y en los libreros, en cómo la sortearon con la campaña que llevaron a cabo aquel año. Pero mi mensaje iba más allá: quise celebrar a los lectores de la feria y su relación cercana y familiar con los libros y con la lectura.

¿Que queda de la Sara Morente ilustradora y escritora de ‘La vida de las paredes’ (Lumen, 2015)?

La misma; sigo escribiendo, pero ahora lo hago con más seguridad que antes. Respecto a la ilustración, este último año, sospecho que el confinamiento ha tenido algo que ver, he cambiado radicalmente de técnica. El estilo es el mismo, porque no se puede cambiar de un día para otro, pero he empezado a hacer las cosas de distinta manera, a sentirme más libre, menos perfeccionista.

¿Estamos viviendo un ‘boom’ de ilustradores en España?

Ilustradores ha habido siempre, lo que sucede es que desde hace al menos diez años, varias editoriales publican libros ilustrados para adultos de forma regular, libros que forman parte de colecciones estables en sus catálogos y tienen un número fiel de lectores y buena aceptación entre los libreros. Esto se traduce en que cada vez hay más calidad, más autoexigencia por parte de los ilustradores. Pero, tras diez años (que son los que llevo yo) no lo seguiría llamando ‘boom’.