El éxito comercial de ´La gran aventura de Mortadelo y Filemón´, realizada por Javier Fesser en el 2003, anunciaba una pronta continuación que ha caído en manos de Miguel Bardem. La segunda entrega de las correrías con actores de carne y hueso de los agentes de la T.I.A. creados por Francisco Ibáñez en uno de sus mayores momentos de inspiración (otro sería cuando se sacó de la chistera al cegato Rompetechos, personaje que adquiere considerable protagonismo en la parte final de este filme) sigue el patrón establecido por la anterior, aunque con retoques. Uno de los de mayor peso es la sustitución de Benito Porcino, el actor no profesional que encarnó a Mortadelo a las órdenes de Fesser, por Edu Soto, que tampoco es un actor cinematográfico en el sentido estricto de la palabra, sino que se ha hecho un nombre creando personajes televisivos como el Neng de Castefa. Soto compone un Mortadelo menos neorrealista que el de Porcino y deudor de los personajes catódicos de los últimos tiempos. El trabajo de Bardem respeta la imaginería característica de Ibáñez y no abusa de los efectos procedentes del lenguaje del tebeo. En este sentido, ´Mortadelo y Filemón 2´ es una película más modesta y aplicada, más centrada en los personajes que en el diseño de producción, fiel cuando hace referencia a los inventos del profesor Bacterio o a los cambios de identidad de Mortadelo. La trama enfrenta a los dos desastrosos agentes secretos con el malvado Botijola, cuya obsesión es provocar una sequía de grandes proporciones que obligue a la gente a beber el horrible brebaje que lleva su nombre. La historia tiene una idea muy atractiva: Bacterio, antes de ser secuestrado por el villano, escondió las piezas de un codiciado invento en diversas partes del mundo y en otros tantos periodos históricos, utilizando para ello una máquina del tiempo que haría las delicias del George Pal de ´El tiempo en sus manos´.