Espectaculares, bonitas, conceptuales y con sentido. Así son las obras de Joana Vasconcelos, la artista portuguesa más internacional y una de las creadoras contemporáneas más reconocidas en la actualidad. La espectacularidad la da el tamaño y el peso de sus piezas. Así como el colorido. Ahí están las dos toneladas de Egeria. La belleza la pone a conciencia: «Belleza y emoción son la raíz del arte, sin ellas no hay transformación ni prosperidad», afirma esta escultora que sedujo al mundo en la Bienal de Venecia del 2005 con La novia, una monumental lámpara realizada con tampones. Pieza con sentido. No en vano sus obras son bellas y espectaculares, sí, pero ofrecen también una lectura sobre la identidad, el mundo actual y, de manera especial, el feminismo.

«El feminismo femenino», a juicio de Petra Joos, conservadora del Guggenheim de Bilbao. Algo que la portuguesa confirma: «Podría ser una feminista más dura, pero soy femenina en el sentido de que me gustan las cosas de la mujer: el lujo, los vestidos...». Pero feminista sin duda: «Hasta que las mujeres no tengan los mismos derechos que los hombres seré feminista», sostiene. Sobre la conceptualidad de su trabajo tampoco hay duda que valga: «Soy una artista conceptual. No funciono como un escultor del siglo XIX que partía de la técnica y el material y luego desarrollaba su obra. Yo parto de una idea y luego la reflejo. La escala, los materiales, las técnicas... los encuentro en el proceso conceptual, no material».

Así, cuando Vasconcelos piensa en la mujer contemporánea ve «la dualidad de su vida». La de una mujer que está en casa al tiempo que trabaja fuera. La primera es la cazuela; la segunda, los zapatos de tacón. Y el resultado: Marilyn, unos zapatos de tacón de aguja de tres metros de altura realizados con cazuelas. Y cuando piensa en la comunicación actual ve «el desespero» y que ahora el hombre «sin móvil no es nada». Así que qué mejor que reunir teléfonos de baquelita para construir una pistola (Call center): «Refleja la violencia de la comunicación actual».

Las obras citadas y unas cuantas más, 30, ocupan el Guggenheim de Bilbao hasta el 11 de noviembre en una exposición que recorre las dos últimas décadas de trayectoria de la artista. Algunas piezas, como Solitario, un ciclópeo anillo hecho con llantas doradas de coches de lujo y vasos de whisky, lucen en el exterior del museo; otras, como I’ll be your mirror, que da nombre a la muestra, construida con numerosos espejos con trabajados marcos dorados, están en las salas; y las hay que devoran, literalmente, el atrio del edificio de Frank Gehry. Es el caso de Egeria, de la serie Valquiria, una monumental obra ejecutada a golpe de ganchillo. «Es un cuerpo femenino que habita en una estructura masculina», afirma la artista.

Ni ‘kitsch’ ni Jeff Koons

El ganchillo es una constante en el trabajo de Vasconcelos ya que, a su juicio, «era uno de los pocos medios con los que las mujeres que no sabían leer ni escribir podían expresarse antaño». Para levantar la pieza del atrio ha necesitado dos años y la ayuda de 20 artesanos de su taller en el que hay 50 colaboradores: «No hay ninguna pintura monumental en ningún museo o palacio que haya sido pintado por una sola persona. Los velázquez no fueron hehcos enteros por Velázquez, ni los rubens por Rubens. De manera que mi taller no es diferente al de Velázquez», sostiene y admite la influencia del barroco: «Es un periodo que está en mi entorno, en mi país, está en todos lados todo el tiempo, hasta en la forma de pensar. Hay un montón de cosas en el barroco que me inspiran pero también lo hace el conceptualismo, el pop art, el puntillismo francés...».

Lo que no admite es la existencia de lo kitsch en su trabajo ni la constante comparación con Jeff Koons: «El cartel de kitsch, reciclaje y Koons me lo cuelgan permanentemente. Como soy mujer no puedo ser mejor que Koons, tengo que trabajar sobre el mal gusto no sobre el lujo, y por supuesto estar siempre reciclando. Y yo ni reciclo, ni uso lo kitsch ni tengo nada que ver con Koons», exclama.