Vivimos una época en la que decir que se hace algo ya se considera a menudo hacer suficiente. Ante esta situación, es razonable e incluso casi inevitable cuestionarse qué valor tiene la Teoría (así, escrita en mayúscula), sobre todo si se la asocia, como no puede ser de otra forma, con la Práctica (también con mayúscula inicial). Este podría ser el planteamiento del libro de Alfredo Saldaña que ha publicado RIL Editores con un título suficientemente explícito: La práctica de la teoría.

En él, el catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de Zaragoza --pero también poeta, y esto es importante-- presenta más una guía que un manual de instrucciones para reflexionar sobre ciertos aspectos de la cultura contemporánea, que sirven como base para esa teoría que ha de justificar la práctica. El camino marcado por el texto parece a veces tortuoso, debido a los numerosos meandros del discurso; pero la trayectoria es nítida, aunque el horizonte final al que conduce habrá de terminar de construirlo el lector con lo que haya aprendido durante el recorrido.

La posmodernidad, a la que Saldaña ha dedicado ya un buen número de páginas en otros trabajos, es el fondo en el que se imprime la cultura contemporánea que el autor examina. Y con ella, algunas de sus más prominentes características: la disolución del sentido único, el replanteamiento de perspectivas o la difuminación de fronteras --en todos los aspectos-- se adueñan con sus pros y sus contras de un modelo cultural.

En este contexto posmoderno, y como revulsivo a las suspicacias que desde el poder levanta el mero acto de pensar, se alza la literatura, ese país único al que el autor invita a recorrer con paso firme en los últimos capítulos de su libro. Al final lo que queda es caminar y seguir caminando, pensar y no hacer como que se piensa, asumiendo todas las consecuencias.