¿Quién no ha sufrido un desamor y quién no ha sufrido con él? Pues no solo de eso habla la poetisa Isabel Blanco Ollero, que sería lo más recurrente tratándose de poesía, sino que va más allá y aborda la fórmula para salir de esa situación dolorosa, que es seguramente lo que más originalidad aporta a La permanente costumbre del adiós , su último libro, que se presenta hoy (20.00 horas) en la Biblioteca Pública de Cáceres.

Isabel Blanco parte de la fábula de Teseo, el héroe, el aventurado enamorado que no pudo mantener su amor con Ariadna, que no halló las posibilidades para establecerse con su amada y que partió, se alejó en un navío prometiendo volver, dejando a su enamorada completamente desvalida.

Escrito en primera persona, la autora propone alternativas al desaliento y apuesta por una salida airosa al abandono. Y todo enlazado con la actualidad: con esos nuevos parámetros que retrotraen a las jóvenes generaciones a modos de conducta del pasado, donde el dominio a la mujer marca tendencia y aumentan los casos de malos tratos. Y ahí entra en juego otra originalidad: la de la poesía como prevención. "Hay jóvenes que copian patrones que creíamos superados", dice con razón la autora a tenor de esas estadísticas desesperanzadoras que arrojan que un 12% de los adolescentes reconoce haber cometido alguna forma de maltrato contra su pareja, que un 7% admite haber dado una bofetada más de una vez a su novia, que un 16% afirma haberlas empujado o que un 6% confiesa haberlas amenazado en más de una ocasión.

Frente a ello la terapia: la autora es contraria a despedidas largas porque son más dolorosas, dice que el responsable máximo de la felicidad es uno mismo y defiende la erradicación del afán de posesión o los roles sexistas.

Y todo eso condensado en joyas como Ofrenda , donde Isabel Blanco, que vive en Pamplona pero de familia materna cacereña, dice esto: "Hoy he mirado la noche de mis dedos y he reconocido tus huellas como rosas escalando en las cumbres, como la piel en reposo por tus labios. En tu ofrenda vive la niña del mar que ancló en tu puerto. Hoy he mirado al mundo y tu custodia ha hecho libre mi palabra y las huellas de mis pasos" . Pues eso, que no hay mejor terapia contra el desamor que la de hacer libre la palabra.