Ya no son solo latinoamericanos. Pero tampoco españoles. Y tampoco importa lo que sean. No hay, en general, en los artistas latinoamericanos que viven hace años en España grandes conflictos de identidad. Forman parte de un mundo global en el que la información fluye (por internet) al instante y de la que ellos participan. Les basta crear y exponer. Los catorce que lo hacen a partir de hoy en el MEIAC de Badajoz ya no representan (como lo hacían aquellos otros españoles, cuya obra el propio museo exhibe en una muestra sobre el exilio tras la guerra civil) la idea de ser otros en lugar ajeno.

Nacieron en Argentina, Cuba, Venezuela, Brasil, Perú o Colombia y viven en España, porque "es para ellos una plataforma para estar más cerca del circuito artístico europeo y es un lugar económicamente más poderoso", afirma Carlos Delgado, uno de los comisarios de Sinergias. Arte latinoamericano actual en España . "Se han integrado en el contexto español. La mitad de ellos trabajan con galerías y coleccionistas españoles", declara Carlos Jiménez, el otro responsable de esta muestra.

De esta manera, la exposición, devuelve como un eco, los años de estancia de estos creadores lejos de sus países, sus experiencias en un contexto artístico diferente y el modo en que sus pasados viven en ellos. "No hay un arte homogéneo, pero sí unas líneas comunes", dice Delgado.

COINCIDENCIAS Pintura, fotografía, vídeo, escultura, instalaciones muestran en las salas del museo extremeño esas coincidencias en la forma en que abordan la identidad, la memoria y el espacio. "Si en sus países, la idea de identidad no se la plantean, aquí sí se preguntan por ella", señala Jiménez. "La memoria se reaviva desde la distancia", añade Delgado. "En un contexto distinto comienzas a valorarla", concluye Jiménez.

No todos los países están representados. Si los artistas brasileños y mexicanos apenas se han instalado en España, no ha ocurrido lo mismo con los argentinos (Laura Lío, Andrea Nacah e Iván Marino), los cubanos (Armando Mariño y Carlos Garaicoa), los colombianos (Antonio Franco y Natalia Granada) o los uruguayos (Carlos Capelán y Daniel Charquero). La procedencia del resto se completa con Tomás Ochoa (Ecuador), Sandra Gamarra (Perú), César Martínez (México) y Marlon de Azambuja (Brasil). Sus trayectorias están asentadas en España, su obra es "de calidad" y su proyección exterior, fundamentalmente en Europa, constante.

Aunque tangencialmente, lo político asoma en esta exposición. Es el caso del venezolano Alexánder Apóstol, que "habla del fracaso de la modernidad utópica en América". Iván Marino plasma una iconografía goyesca sobre los desastres de la guerra y el cubano Carlos Garaicoa, en Lázaro, levántate y anda habla de las dictaduras y los gobiernos autoritarios asociando los nombres de un Franco ecuestre y Fidel Castro.

Que la presencia de estos artistas en España no tiene nada que ver con los de la generación anterior lo apunta Carlos Delgado. "Aquellos aún eran los otros , los exóticos . En su mayor parte, los de ahora se han integrado y mantienen un diálogo constante con el circuito cultural español".

El argentino Iván Marino (Buenos Aires, 1968) representa a esos creadores acostumbrados a los desplazamientos ("mis residencias son provisionales") y cuyas dificultades "han sido las mismas que las de cualquier artista aquí o en cualquier otro lugar". El pasado año expuso en el MEIAC una instalación inspirada en Los desastres de la guerra , de Goya. La pieza seleccionada para Sinergias , denominada Horca , forma parte de esa serie y recoge imágenes del linchamiento de Sadam Hussein tras la invasión de Estados Unidos en Irak.

Este creador llegó a España hace diez años con una beca de investigación artística. "Luego se encadenaron diversos proyectos y me quedé". No obstante, pasa estancias de trabajo durante el año en Portugal y Latinoamérica. Siente, lo dice con ironía, la conciencia de "autoexilio: uno elige, pero también esa elección está determinada. Pero en España me siento bien y me han tratado bien".

CRISIS CICLICA Durante su trayectoria ha realizando obras para cine, vídeo, y para soportes interactivos como la web o redes en general. Reconoce que su mirada es producto de la "hibridación. En este sentido, no trabajo sobre lo local, lo folclórico".

Respecto a su país, vive con cierta distancia sus crisis. "Son parte de la tradición argentina. Al estar lejos de allí te das cuenta de que esas crisis no son provisionales sino cíclicas, aparecen como una enfermedad crónica, a diferencia de quienes viven allí, que creen que son provisionales".

Tampoco Laura Lío (Buenos Aires, 1967) tiene ningún conflicto de identidad. Llegó hace veinte años a España. "Decidí marcharme de Argentina porque pensé que iba a ser difícil desarrollar allí mi carrera artística". Hoy, su obra (esculturas, dibujos) forma parte de museos como el Reina Sofía de Madrid o de colecciones como la de Coca Cola. No cree que en ella existan rastros de una identidad local argentina. "Porque Argentina es un país de diversas identidades y culturas, y no hay algo característico que la defina en el arte contemporáneo. Uno busca referentes en artistas no solo del país del que es uno".

Como Iván Marino, Laura Lío, que presenta en la exposición la escultura Atravesado por el cielo , no halló grandes dificultades para integrarse en el medio artístico español. "Me costó al principio, pero este medio es especialmente abierto en relación a otros campos de la vida. Da igual de dónde venga uno".

UNA HISTORIA DE AMOR Natalia Granada, colombiana (1967), lleva 25 años viviendo en España. "Vine por un tiempo porque aquí tenía familia, y al final me quedé". Como otros artistas, ya no es enteramente de Colombia, pero tampoco de España. "Me descubro que no soy de ningún sitio, aunque los años importantes, que uno conserva en la memoria, corresponden a Colombia. Pero ya no seré nunca de aquí ni de allí".

En en el MEIAC presenta Erase una vez un ángel exterminador , una serie de cajas de luz con fotografías que cuentan una historia de amor: la de un ángel enamorado de una mujer.

Su obra ha girado en torno al cuerpo y sus aspectos más inquietantes: el deseo, la agresión o la violencia. Granada no ha perdido el contacto con Colombia. Viaja con cierta periodicidad y trabaja con una galería. "No me siento desarraigada".

Más allá de las fronteras nacionales queda en ella, como en otros artistas, la palabra realidad: abierta, plural, inaprensible, como la propia exposición. "Una está contaminada por la realidad que vive-- resume--. Imagino que tu trabajo se ve afectado por ello".