Desde Sam Strike, que ha sido el último, a Gunnar Hansen, que murió hace unos meses, a Leatherface le han interpretado un sinfín de actores. Quizá Tobe Hooper no sabía, cuando rodó La matanza de Texas (se estrenó en 1974), cuánto iban a dar de sí Thomas Hewitt, Bubba y Jackson Sawyer --ha tenido muchos nombres--, su retraso mental, su familia mandona. Con su máscara de cuero (de cuero real, de piel humana) y su motosierra, su putridez, sus ambientes asfixiantes, la juventud como contrapeso al asesino. Su historia y sus parientes han ido cambiando conforme se iban encadenando las películas, pero el Fanter Film Festival ha elegido la primera para que en el Gran Teatro de Cáceres se viva un fin de semana absolutamente terrorífico. Remasterizada, porque se rodó con poco presupuesto. Leatherface es un niño, en el fondo. Luego se enamorará. Tendrá hijos. La sierra es la familia.

Hooper se inspiró en una historia real, porque la realidad siempre supera a la ficción, por más rocambolesca que la ficción sea. Se llamaba Ed Gein y su historia sentó las bases, por lo visto, de muy buen cine: desde Psicosis a Viernes 13 y El silencio de los corderos . El tío era un artista: hacía cinturones con pezones humanos, cajas de zapato con vulvas, platos de sopa con calaveras. Todo se destruyó.

Hace poco escuché una entrevista a un psiquiatra que decía que no cometiéramos el error de considerar a gente así como monstruos inhumanos. Que podríamos ser cualquiera. Con las circunstancias adecuadas.

Nos gustan más los vampiros. Al menos no existen.

Colmillos por doquier

Vampiros, sangre eterna se llama uno de los ciclos que la Filmoteca de Extremadura ha programado para este mes de abril. Con dos curiosidades, además: la mayor, la de una directora iraní, con una historia que transcurre también en Irán, en Bad City (sí, la ciudad sí es ficticia). Una chica vuelve a casa sola de noche . A ella no la asaltarán: ella es la asaltante. El film está rodado en farsi y en blanco y negro y, según el director de la Filmoteca, David Garrido, recuerda a las películas de Jim Jarmusch. También habrá espacio para la cotidianeidad. Una cotidianeidad rara, porque no sabemos qué pinta un grupo de vampiros compartiendo piso en la muy soleada Nueva Zelanda. Hacen lo posible por adaptarse a la sociedad moderna: pagan el alquiler, se reparten las tareas domésticas y quieren salir de juerga. Una vida de lo más normal. Bueno, salvo que beben sangre. Humana. Un detallito sin importancia.

En Europa, el vampiro más importante se llamó Vlad Tepes y nació en Sighisoara. El hombre siempre ha tenido necesidad de otorgarle entidad física a las sombras, al mal que en él habita, porque si algo tiene cuerpo es más fácil de matar. El cine nos ha mostrado a los vampiros como seres pálidos, muy flacos, con enormes colmillos lobunos y con la capacidad de transformarse en otros animales: gatos, perros, caballos, depredadores. Murciélagos. No los podemos ver en un espejo, no tienen sombra, ni alma y, por supuesto, no profesan religión alguna. Ha de invitárseles a entrar en casa (eso nos lo enseñó bien Buffy) y se les clava, para matarlos, una estaca en el corazón. Los ajos, el agua bendita, la tierra sagrada y las cruces también sirven para ahuyentarlos. Se les puede encontrar, con muchos nombres, en las mitologías de todas las culturas. Han sido temas de películas maravillosas, como Déjame entrar , de Thomas Alfredson. Bela Lugosi, Christopher Lee, Klaus Kinsky, Gary Oldman, David Boreanaz, James Marsters.

Los vampiros y el castillo de Vlad El Empalador han sido los únicos motivos de muchos viajeros para aventurarse entre las montañas de Transilvania y para descubrir ese país desconocido, lleno de paisajes maravillosos, que se llama Rumanía. Hay hoteles con su nombre, restaurantes con su nombre y una leyenda que no cuenta que, en realidad, Vlad III luchó contra el expansionismo otomano que amenazaba a su país y al resto de Europa y que se convirtió al catolicismo. La leyenda siempre tiene más fuerza que la realidad, sobre todo cuando la realidad es mucho más política.

En la política y la razón absolutas creía Hitler, que se presentó a elecciones y las ganó. En los kampos de la muerte , de Camaleón de papel y Rubato Appassionato, está basada, con música barroca, poesía y teatro, en la obra de Moshe 'Ha-Elion, que acaba de cumplir 91 años y que sobrevivió a Auschwitz, a Mauthausen, a Melk y a Ebensee. Comió carbón: comió todo lo que pillaba. Vio cómo mataban a toda su familia. Ha ido allí más de una decena de veces: al lugar donde quisieron acabar con él y no pudieron. "Lo debemos contar. No nos quedan muchos años", escribió. En periodismo, se dice que guardar silencio ante las cosas importantes es lo mismo que mentir.

Fanter Film Festival. Del 1 al 3 de abril en el Gran Teatro (Cáceres)

Vampiros, sangre eterna y otros ciclos de la Filmoteca, en sus cuatro sedes (Plasencia, Cáceres, Mérida, Badajoz) durante todo el mes.

En los kampos de la muerte. Viernes, 1 de abril. 21.00 horas. La Nave del Duende (Casar de Cáceres