Teatro en estado duro , pero, al fin y al cabo, teatro puro. La 55 edición del Festival de Mérida estrenó anoche la segunda de las obras de su programación más ansiadas de este verano: ´Tito Andrónico´ de William Shakespeare, con traducción de Salvador Oliva.

La más esperada, tal vez, y también provocadora y transgresora. Desagradables escenas de sangre, de actos, en las pautas y la locura. Todo en la redonda escena móvil de Animalario adquiere un cariz trágico hasta el extremo, raro hasta el desconcierto y mágico del teatro. El puro y vanguardista acto que Andrés Lima, director de la compañía artística, concibió para el texto shakesperiano tiene tintes de "desvaríos" cual director que se permite el lujo de rayar en la "chabacanería".

Para quien no se sepa la historia. Shakespeare dibujó el conflicto eterno entre familias del color de la sangre, la venganza, la violencia, la muerte y la violación. El ansia de poder; el dogma de la ambición, acaba con las familias enfrentadas de la Roma más miserable. Crueldad, antropofagia, descuartizamientos, asesinatos... se suceden a diez actores que con frecuencia crean confusión de identidades, son rentabilizados al máximo y asumen papeles de varios roles que desconciertan al observador. En el caos de la escena siempre están presentes como comensales de una jungla de depredadores .

Dramatismo

El grado de concentración ha de ser entonces máximo. La interpretación de Alberto San Juan es genial en el papel del viejo, loco, cruel y sanguinario Tito. La desmesura de su violencia arrastra a su familia y al él mismo a través de una interpretación profunda, intensa y cruda. Lo clava. Amen de su piel desnuda.

Mención merecen aparte el trabajo del resto de actores del reparto. Así la malvada y avariciosa Tamora, encarnada por Natalie Poza, registra voces y estados estudiados, a pesar de los deslices. Escultural cuerpo de mujer hambrienta de gloria que acaba, de gula, devorando literalmente a sus hijos.

Javier Gutiérrez (la imagen más televisiva dentro del elenco) juega a ser con garra, fuerza y pasión el rey de Roma, Emperador Saturnino, esposo de Tamora y verdugo final de Tito. Pobre de Lavinia, la actriz Elisabet Gelabert, violada, castrada de lengua y privada de manos discurre casi toda la obra sin articular palabra. Aunque teje su papel a base se alaridos y espasmos.

Marco Andrónico, los hijos y el Moro sanguinario y feroz, a cargo de Fernando Cayo componen un cuidado trabajo y composición artística rebosante de belleza. El Moro, psicópata mental, urde técnicamente la tragedia violenta en la que caen la familias enfrentadas.

Horas de horror

Mas, se suma a la matraca de una obra que se alarga a tres horas, un montaje que adolece de ciertos toques de horterismo ilustrado y transgresión provocada: los culos en pompa de los actores contra el público, los bailes de una familia en medio de la sangre pura, un gag acerca de Júpiter, corbatas, chaquetas, pecholatas ... Y sin embargo, los interpretados personajes de Shakespeare desde el prisma de Animalario han sabido trasladar la idea del conflicto hasta el presente de nuestros días, tal que pareciera un aspecto real de la sociedad de ahora.

La música original y en directo recrea el ritmo de esta pelea de perros. Basándose en bases musicales de la tragedia clásica para transformarlas en contemporáneas gracias a las actuaciones en vivo de un violonchelo y una trompeta.

Una obra de altibajos narrativos que atrapa la atención a golpe de escena, la cacería en el bosque, el engaño de Tamora, la amputación de manos, la delirante locura de Saturnino emperador, el banquete de sangre primogénita o la muerte final apuntalan un cuadro que goza de poses dignas de catálogo.

La crudeza de sus imágenes, componen un fiel lienzo teatral donde el hombre es el único responsable de su trágico destino. Y esto fruto de una escenografía en manos asesinas.

El espacio es una plataforma redonda que gira sobre sí misma a la que van a morir aquellos que al poder saludan. Poético escenario, pero también abstracto, donde lo estable de una mesa de celebraciones muda a una inestable espiral en la que los personajes se retuercen del dolor, el amor y deseo y se mutilan unos a otros en busca de una imposible comunicación.